5 días en Estambul: qué ver y qué hacer

Estambul es una ciudad de gran tamaño, con numerosos barrios que muestra cada uno su propio carácter. Para conocer todos sus rincones, secretos e historias, necesitarías muchas semanas, pero en 5 días puedes hacerte una buena idea de esta ciudad llena de contrastes, que se extiende por dos continentes y está bañada por dos mares ¿Nos acompañas?

Collage de 8 fotos sobre qué ver en Estambul

Si has llegado hasta aquí, será, seguramente, porque vas a viajar a esta increíble ciudad. Por eso, creemos que pueden serte de utilidad nuestros posts sobre Estambul y Turquía.

– Qué ver en Estambul.

– Consejos para viajar a Turquía.

– Cómo llegar a Estambul desde el aeropuerto, como moverse por la ciudad: la Istanbulkart.

– Gastronomía turca.

– Qué ver en Sultanahmet y sus alrededores.

 La zona moderna de la Estambul europea.

– Los barrios más tradicionales de Fatih, Fener, Balat y Eyüp.

– Nuestras mezquitas favoritas de Estambul.

Nuestra visita a Estambul estuvo incluida en una ruta de dos semanas por Turquía, donde visitamos ciudades tan interesantes como Bergama, Éfeso, Bodrum, Pamukkale y la región de la Capadocia.

En este post te contamos qué hacer en Estambul en 5 días, pero no te hablamos de historia, ni de horarios ni precios, pues toda esta información la encontrarás en nuestros posts anteriores sobre Estambul. 

Nosotros organizamos nuestro tiempo en la antigua Constantinopla de la siguiente manera:

Día 1: Ortaköy, palacio de Dolmabahçe, Avenida Istiklal, Gálata, Karaköy.

Día 2: Sultanahmet, bazar de las especias, puerto de Eminönü.

Día 3: Gran Bazar, mezquita de Solimán, Eyüp.

Día 4: Fatih, Fener, Balat, crucero por el Bósforo.

Día 5: Parte asiática: Üsküdar y Kadiköy.

Ten en cuenta que en Estambul hay un gran número de palacios, museos, mercados, templos y miradores. Según tus intereses, puedes dedicarle más o menos tiempo a cada zona, nosotros esperamos que nuestra ruta te sirva de ayuda.

Además, una buena manera de empezar a conocer esta ciudad es haciendo un free tour por Estambul, con el cual te harás una idea de su organización y te ayudará a planificar mejor tu tiempo. Asimismo, los guías suelen dar muy buenas recomendaciones.

Si viajáis en grupo, o te apetece tener un guía para ti solo, aquí dejamos este tour privado por Estambul.

Información práctica para visitar Estambul

– Este es el horario de las 5 oraciones islámicas diarias, que es muy práctico a la hora de visitar las mezquitas, pues suelen cerrar durante estas. La oración del viernes al mediodía es especialmente importante. 

Además, el horario de las mezquitas puede cambiar en fechas señaladas como el Ramadán, así como el de otros edificios, por ejemplo, los bazares.

– Si eres mujer, que no se te olvide cubrirte la cabeza al entrar tanto en las mezquitas como en los mausoleos. En la mayoría hay pañuelos a la entrada que puedes utilizar de manera gratuita, así como túnicas por si llevas ropa demasiado corta. 

Y, por supuesto, seas del sexo que seas, que no se te olvide descalzarte antes de entrar en ellas.

– En Estambul hay un gran número de lugares que son de pago. Para ahorrarte algo de dinero en las visitas, te recomendamos echar un ojo a los pases que combinan muchas de estas atracciones. Hablamos sobre ellas en consejos para viajar a Turquía

– Una tarjeta que viene muy bien para moverse por Estambul es la Istanbulkart, con la que puedes pagar en todos los medios de transporte públicos. Hemos escrito sobre ella en cómo moverse por Estambul

Nuestra llegada a Estambul

Tras aterrizar en el aeropuerto de Sabiha Gökçen, tomamos el autobús hasta la plaza Taksim. 

Era sábado por la noche y había mucho ambiente, con numerosos vendedores callejeros ofreciendo simit, fruta y mazorcas de maíz. La mezquita de Taksim estaba iluminada y la plaza estaba decorada con numerosas banderas turcas.

Comenzamos a recorrer la avenida Istiklal, que estaba repleta de gente. Había tantas personas, que a veces íbamos en fila, sobre todo cuando pasaba el tranvía, al que le costaba avanzar. Por la calle vimos pastelerías, tiendas de ropa, músicos y bonitos edificios. 

Nuestra intención era llegar hasta la torre de Gálata, pero entre la cantidad de gente que había y que íbamos cargados con maletas, no podíamos disfrutar mucho del ambiente. Por eso decidimos ir a cenar a una de las calles laterales de la avenida. 

Probamos en varios locales, pero todos estaban llenos. Así que acabamos en Bilice Kebab, un restaurante en la calle Asmali Mescit que estaba decorado con las notas que dejan los clientes. 

El ambiente era bueno y la comida estaba rica. Probamos el Shish kebab, pinchos morunos, que nos los sirvieron en largos pinchos colocados en grandes bandejas y acompañados de salsas y verduras. Vamos, muy bonito visualmente.

aquí aprendimos que los camareros turcos son, en general, super amables con los niños. Hablan con ellos, les hacen monerías y hasta les regalan chocolatinas.

Del restaurante nos dirigimos a nuestro alojamiento, New Taksim hotel, que no estaba lejos de allí. Decidimos dormir cerca de Gálata, porque el lunes recogíamos el coche de alquiler en una oficina de la plaza Taksim. La zona nos pareció que estaba muy bien para pasar la noche.

Día 1: Ortaköy, Dolmabahçe, Avenida Istiklal, Gálata y Karaköy

Mapa con los lugares más interesantes de nuestro primer día en Estambul

Al haber dormido en el otro lado de la península histórica, aprovechamos para conocer esta área.

Así, después de tomarnos un té en el hotel, pedimos un Uber para ir hasta Ortaköy. Eran las 8:00 de la mañana de un domingo y no había apenas tráfico, por lo que llegamos enseguida a nuestro destino.

Los viajes en Uber en Estambul nos parecieron muy rentables. Este viaje, por ejemplo, nos costó 81,5 LT, unos 4€. 

Por supuesto que sale más caro que ir en ferry o autobús, pero es más rápido y sencillo, especialmente si no tienes la Istanbulkart., como era nuestro caso.

Sin embargo, ten en cuenta que la duración del trayecto dependerá mucho del momento del día. Así, nuestra experiencia con los Uber fue muy buena sólo cuando no había tráfico. Cuando intentamos pedir alguno en hora punta, o no encontrábamos o nos pedían mucho más de lo que costaba el viaje. Por eso, lo mejor es comprar la tarjeta y alternar el uso de transporte público con Uber y taxis. 

Al llegar a Ortaköy, fuimos directamente al muelle a disfrutar de las vistas. Y es que este barrio se ha hecho conocido por su mezquita situada junto al agua, pues el conjunto del templo bellamente tallado, el puente y el Bósforo componen una estampa realmente fotogénica.

Cuando llegamos, sólo estábamos nosotros, los gatos callejeros y un par de parejas con sus mejores galas sacándose fotos. 

En Ortaköy es típico comer Kumpir, una patata asada rellena, por lo que nos dirigimos a la hilera de puestos que lo vendían, donde los ingredientes estaban colocados en forma de grandes montañas de colores. El número de casetas que había nos confirmó que realmente es una comida muy demandada. Nos costó 70 LT.

Nos lo comimos en un banco frente a la mezquita y junto a unos columpios, para que así la pequeña pudiera jugar un rato. El Kumpir no nos pareció gran cosa, la verdad es que hubiéramos preferido desayunar en alguno de los locales frente al Bósforo.

Cómo queríamos entrar en la mezquita, hicimos algo de tiempo paseando por los alrededores, donde las numerosas tiendas estaban preparándose para abrir. Sin embargo, el señor que limpiaba el patio de entrada nos dijo que no abría hasta las 10:00, por lo que decidimos irnos sin ver la bonita iluminación natural que, según hemos leído, tiene la mezquita. 

Y es que según las apps meteorológicas iba a caer una buena tromba de agua sobre las 10:30 y queríamos que nos pillara dentro del palacio de Dolmabahçe.

Otra vez en Uber nos dirigimos a Dolmabahçe. De camino pasamos por bonitos edificios, como el del palacio de Çırağan, mandado construir por el sultán Abdülaziz I y que hoy día alberga un hotel de 5 estrellas. 

El palacio de Dolmabahçe está junto al estadio del Beşiktaş, donde ese día se jugaba un partido importante, según nos trató de explicar el conductor, que era muy simpático, pero que no hablaba muy bien inglés.

A día de hoy, la única entrada que los extranjeros podemos comprar es la de la visita completa al palacio, que incluye el Selamlik, la parte donde se encuentran las salas ceremoniales, el harem y los apartamentos del príncipe, que albergan el museo de pintura. No puedes sacar fotos en el interior. En la página web del palacio puedes ver la información actual sobre la visita. 

Antes de entrar, tuvimos que hacer un par de pequeñas colas, una para comprar las entradas y otra para pasar el control policial. 

La visita fue por libre y estuvimos unas 3 horas. Esta nos pareció muy interesante y podemos resumirla en lujo, lujo y más lujo. Al final, pasamos por tantas habitaciones decoradas con enormes alfombras, lamparas, cristales y muebles elegantes, que acabamos perdidos. 

La sala del trono nos pareció increíble y la parte que más nos gustó fue la de las salas ceremoniales, aunque el harem nos permitió entender como era la vida del sultán y su familia y el importante papel de la madre del sultán. Es curioso ver también la habitación donde murió Mustafa Kemal Atatürk, con el reloj parado a esa hora. 

Además, no te olvides visitar el museo de pintura, con cuadros de artistas turcos en un bonito edificio iluminado con una luz tenue que crea un ambiente muy agradable. Detrás de este hay un pequeño jardín con una puerta al Bósforo y vistas a la otra orilla de Estambul.

Dentro del palacio hay un par de cafeterías donde puedes tomar algo para descansar de tanto lujo. En nuestra visita los jardines delanteros estaban totalmente en obras y el museo del reloj cerrado.

Para entrar al castillo sin hacer colas puedes comprar desde aquí las entradas al palacio de Dolmahbace. También puedes conocerlo haciendo una visita guiada al palacio

Acabada la visita, nos dirigimos al funicular que une esta zona, Kabataş, con la plaza Taksim. Tuvimos que caminar unos 10 min para llegar hasta él.

De camino, vimos la torre del reloj, la mezquita de Dolmabahçe y muchísima gente haciendo cola para tomar el ferry. Además, había puestos que vendían zumos naturales y aprovechamos para comprar uno de granada. La tormenta ya había pasado y hacía bastante calor. 

Quisimos comprar la Istanbulkart en alguna de las maquinas del funicular, pero no vimos ninguna que la vendiese, sólo encontramos para cargarla. 

Así que después de un rato intentando comprar billetes, en el que lo único que conseguimos fue perder unas monedas, fuimos a pedir ayuda a la única persona que vimos, un guarda de seguridad que no hablaba nada de inglés. Le enseñamos el recibo que nos habían dado y sin decir nada nos abrió la puerta para que pasásemos. 

En el recibo decía que podíamos recuperar el dinero en alguno de los mostradores de la compañía, pero como era muy poco y no sabíamos a donde teníamos que ir, lo dejamos pasar. Además, al final habíamos entrado.

El funicular fue rapidísimo y enseguida estábamos en la plaza Taksim, que siempre está llena de gente. Vimos el monumento que conmemora a la República y comenzamos a recorrer la avenida Istiklal. 

Como necesitábamos un descanso, decidimos comer aquí, aunque no fuese nuestra zona favorita para hacerlo. Acabamos en el Esmer Café, que no tenía malas puntuaciones. Pedimos un plato de pasta y uno de pollo que estaban aceptables y pagamos 280 LT. 

Lo mejor fue que estábamos sentados en la terraza y podíamos ver el ambiente de la avenida. Al irnos, el camarero, que había sido muy simpático con la pequeña, le limpió la cara y las manos. Ella no dijo nada, creo que porque estaba tan alucinada como nosotros. 

Y continuamos paseando por Istiklal, que estaba llena de tiendas, pastelería, galerías y donde vimos edificios interesantes. Lo que más nos gustó fue entrar en los muchos pasajes que hay, no sólo en el más conocido, el Pasaje de las flores, sino también en el pasaje Avrupa, que está decorado con estatuas, y en el Hazzopulo, donde una calle empedrada termina en una pequeña plaza.

Y tras visitar la iglesia de San Antonio, que tiene una entrada preciosa, nos desviamos para ir al Pera Palace, un elegante hotel que se construyó para alojar a los viajeros del Orient Express. Al llegar, había una pequeña cola para entrar y, tras unos 5 minutos, visitamos de manera gratuita la habitación 101, donde se alojaba Mustafa Kemal Atatürk y que ahora expone alguno de sus objetos personales. 

Además, vimos el ascensor, el primero que hubo en un hotel en Estambul, y la cabina donde llevaban a los pasajeros del famoso tren.

Después fuimos a la plaza de Tünel, donde probamos el famoso helado turco. El espectáculo para darlo se lo hicieron a la pequeña, que no entendía muy bien lo que hacía el vendedor.

Si la cantidad de gente que hay no fuera suficiente, a veces pasa el tranvía, que va desde la plaza Tünel hasta la de Taksim. Es gracioso ver como se aparta la gente para dejarle paso y como, a la mínima que para, se acerca todo el mundo a sacarse fotos.

Llegamos al Galata Mevelevi lodge y entramos en su patio, donde hay un pequeño cementerio y una fuente. Aquí se hacen actuaciones de Derviches Giróvagos, el problema es que la celebración dura una hora, lo que es demasiado para una niña pequeña. 

Espectáculo de los Derviches Giróvagos

Desde aquí enseguida llegamos a la torre de Gálata. Ya habíamos decidido que no íbamos a subir y, al ver la cola que había, nos reafirmamos más en nuestra decisión. 

Paseamos por los alrededores de la torre, donde hay muchas tiendas y cafeterías, y subimos al Galata Konak café, al cual se entra por un portal de la calle Haci Ali y se llega tras subir varios tramos de escalera, aunque también hay ascensor. 

Esta cafetería tiene una terraza con unas vistas estupendas de Estambul, incluida la famosa torre. Tomamos un café, una limonada y un trozo de tarta San Sebastián, una tarta de queso que se ha hecho muy famosa. La verdad es que estaba muy buena. Pagamos 175 LT.

Tras tirar miles de fotos, nos dirigimos a Karaköy. Para ello bajamos por calles muy empinadas hasta las escaleras de Camondo, donde coincidimos de nuevo con muchísima gente sacándose fotos, novia incluida. Y pasando varios edificios elegantes, llegamos al puente de Gálata, donde había un gran embotellamiento.

Una vez en Karaköy, intentamos visitar la iglesia rusa de Aya Panteleimon, que se encuentra en la azotea de un edificio. Llamamos al timbre, pero nos contestaron algo que no entendimos y no logramos entrar. La verdad es que era algo tarde. 
Así que nos dedicamos a callejear por el barrio, que estaba perfectamente decorado. Vimos paraguas, farolillos, ojos de Fátima, enormes osos de peluche y grafitis.

Acabamos en la famosa pastelería Karaköy Güllüoğlu, que tiene una gran variedad de baklava, también sin gluten, y donde la mayoría de las mesas estaban llenas. Pedir no fue del todo fácil, porque los camareros no parecían saber inglés y estaban a tope de trabajo. 

Lo bueno es que todo estaba muy rico. La mayoría de la gente acompañaba el baklaba con helado o kaymak. Nosotros era la primera vez que lo veíamos y no supimos pedirlo. Lo probamos más tarde, en otro sitio, y aunque la combinación está buena, llena bastante. 

Muy cerca de la pastelería está la plaza de Tophane, con varias mezquitas y una gran fuente. Además, hay una zona de juegos para niños, donde nos quedamos hasta que decidimos que era hora de cenar. 
Aquí está también la terminal de cruceros, por lo que vimos barcos de gran tamaño. La zona está bien, aunque parte de la plaza estaba en obras.

Justo cuando nos íbamos comenzó la llamada a la oración. Así que pudimos ver, por primera vez en este viaje, como los hombres se dirigían a la mezquita y realizaban el ritual de purificación en la fuente de ablución. Nos quedamos un rato viendo la celebración, pues la puerta de la mezquita estaba abierta.

En Karaköy hay un montón de sitios para comer con muy buena pinta. Nosotros acabamos en la terraza del Papel Karaköy, donde nos tomamos unas hamburguesas con vistas a Tophane. La comida estaba rica, aunque tardaron bastante en traerla. Nos pareció un lugar muy bueno para tomarse un coctel o fumarse una shisha. 

De camino al hotel volvimos a pasar por la torre de Gálata, esta vez iluminada. La cola para subir era ya bastante corta, pero las calles y las terrazas de los alrededores seguían llenas de gente. 

En la zona próxima a la plaza Tünel pasamos por varias calles donde vimos buenos locales donde tomarse tranquilamente una copa. Y estaban todos bastante llenos para ser un domingo por la noche.

Te contamos mucho más sobre esta zona en qué ver en el lado moderno del Estambul europeo.

Segunda llegada a Estambul

Y después de varios días de ruta por Turquía, volvimos a llegar a eso de las 19:00 a la plaza Taksim. Tras devolver el coche de alquiler, intentamos coger un Uber, pero el tráfico estaba imposible. 

Por lo que nos acercamos al puente de Gálata para ver si así era más fácil encontrar alguno. A la altura del Hotel Pera Palace cogimos un taxi que nos llevó a nuestro hotel en Sultanahmet por 150 LT. 

Cenamos muy bien en el Sirvan Sofrasi.

Nuestro segundo hotel fue el Boutique Sultan, que estaba en Sultanahmet, en la parte trasera del mercado Arasta, a unos 5 min de la mezquita Azul.

Día 2: Sultanahmet y Bazar de las Especias

Mapa con los lugares más interesantes de nuestro segundo día en Estambul

Nos pusimos en marcha antes de las 8 y cruzamos el pequeño bazar Arasta, donde las alcantarillas están decoradas con azulejos. 

Las tiendas aun no habían abierto y al pasar junto a la mezquita Azul vimos que estaba cerrada hasta las 8:30, por lo que fuimos directamente a desayunar al hotel Seven Hills.

Cruzamos el parque de Sultanahmet, delimitado por Santa Sofía y la mezquita Azul. Como estaba prácticamente vacío, apenas había un par de personas sacando fotos, aprovechamos para disfrutar un rato de las vistas de las dos mezquitas sin nadie de por medio. 

Muy cerca del hotel vimos un grupo de turistas musulmanes rezando delante de la ventana de una casa, en el lugar donde está la tumba de Abdurrahman Sami, el portaestandarte de Eyüp Sultan.

Te contamos mucho más sobre esta área en qué ver en Sultanahmet y sus alrededores.

Al llegar al Seven Hills, subimos en ascensor hasta el restaurante y nos sentamos en una mesa de la terraza, donde sólo había otra ocupada. Pedimos la única opción de desayuno que tenían. Esta costaba 331 LT por persona e incluía té ilimitado y un gran número de platitos salados y dulces, cuyo contenido variaba según el día. Los niños eran gratis. 

Con el tiempo, la terraza se fue llenando. Y es que, a pesar de no tener los precios más económicos de la zona, tiene unas increíbles vistas sobre el parque de Sultanahmet y el Bósforo. 

Además, hay patatas fritas para dárselas a las gaviotas. Nosotros pasamos un buen rato dándoles de comer, especialmente la pequeña. 

Al salir, nos asustamos al ver la cantidad de gente que había esperando para entrar en Santa Sofía. La cola avanzaba muy rápido, pero cuando ya nos quedaba poco se paró. Y es que habían dejado de aceptar visitantes para evitar que se llenase demasiado. 

Tras unos 30 minutos de espera, logramos entrar en el edificio mas emblemático de Estambul. Nos pareció leer que los pañuelos había que comprarlos, pero como ya teníamos uno, no miramos si ofrecían alguno de manera gratuita.

Antes de entrar en la mezquita, vimos los restos encontrados en diferentes excavaciones, algunos correspondientes al edificio anterior de Santa Sofía.

Entramos y estuvimos un buen rato paseando por su interior, fijándonos en sus múltiples detalles. Es verdad que había mucha gente, pero como es tan espaciosa, en ningún momento nos sentimos agobiados. 

Antes de irnos entramos en los mausoleos de los sultanes, que se encuentran alrededor de Santa Sofía y en el antiguo baptisterio. Nos llevamos una gran sorpresa, pues no nos esperábamos que su interior estuviese tan decorado.

Sin embargo, la manera de visitar Santa Sofía ha cambiado desde el 15 de enero de 2024. Ahora, los extranjeros que quieran visitarla tendrán que comprar una entrada que cuesta 25 €. También puedes unirte a una visita guiada en esta mezquita.

Nuestro siguiente punto era la cercana Basílica Cisterna y cuando llegamos no había cola, pero al salir ya había bastantes personas esperando. Durante la visita coincidimos con mucha gente y como todo el mundo quería sacarse fotos en los mismos puntos, se formó algún que otro embotellamiento. 

A nosotros la visita nos encantó. Es un lugar enorme, donde las numerosas columnas se reflejan en el agua dando la impresión de que la cisterna no termina nunca. Además, está tenuemente iluminada y el tono va cambiando de color. Asimismo, hay esculturas que juegan con las luces y el reflejo del agua.

Puedes conocer la historia de la cisterna en una visita guiada, que, además, te evita esperar colas.

Al salir volvimos al parque de Sultanahmet para recorrer el Hipódromo e intentar imaginarnos como era cuando allí se realizaban carreras de caballos. Nos sentimos como en un museo viendo el obelisco de Teodosio con su jeroglífico, la columna serpentina y el obelisco de piedra. 

En esta zona vimos también la fuente Alemana y varias ruinas de la antigua ciudad, como el Milion, que marcaba el kilómetro 0 de Bizancio. 

Esta es un área muy interesante y puedes aprender mucho más sobre ella si reservas esta visita guiada por el Hipódromo.

Antes de entrar en la mezquita Azul, visitamos el mausoleo del Sultán que la mandó construir, Ahmet I. Aquí están también enterrados miembros de su familia y su interior está decorado con azulejos. 

Para entrar en la mezquita azul no había nada de cola, pero creemos que era porque el interior estaba en obras.
Así, nosotros vimos las paredes cubiertas por andamios, pero la cúpula estaba ya libre y podía verse su decoración. Dejamos unas fotos de un viaje anterior, para que te hagas una idea de como luce sin andamios. 
Puedes descubrir esta mezquita con un tour guiado o con esta visita guiada por la mezquita Azul.
 

Nuestro siguiente destino era el palacio de Topkapi, pero sabiendo que esta era una visita que llevaba bastantes horas, decidimos descansar y comer algo. 

Callejeamos alrededor de la calle Yerebatan, cerca de la Basílica Cisterna, donde hay bonitas casas de madera y con llamativas fachadas de colores.

Como los restaurantes de esta zona nos parecieron que tenían los precios algo elevados y como tampoco teníamos tanta hambre después del desayuno turco, acabamos comprando unas mazorcas de maíz en un puesto callejero a la entrada del parque Gülhane. Nos las comimos sentados en un banco frente a un estanque.

Cuando terminamos las mazorcas, dimos una pequeña vuelta por el parque, pero enseguida nos dirigimos al palacio Topkapi, donde, por supuesto, había cola para comprar las entradas.

La visita es cara, pero bajo nuestro punto de vista merece la pena. Puede ser una buena idea comprar la entrada al palacio con antelación, especialmente si lo vas a visitar en temporada alta. O bien reservar un tour guiado por el palacio, que también incluye el no hacer colas.

El palacio tiene cuatro patios. Lo primero que visitamos fue el harem, donde fuimos pasando por sus diferentes secciones, como la de los eunucos, la de las concubinas o los aposentos de la madre del sultán. Las habitaciones estaban decoradas con azulejos y llegó un momento que ya no sabíamos a donde mirar, porque todo era precioso. Además, nos pareció muy interesante ver como transcurría la vida del sultán y su familia envuelta en un gran secretismo. 

En el tercer patio algunas habitaciones estaban cerradas por obras, aquellas que guardan el tesoro imperial. Pero habían recolocado parte de las piezas más importantes en otras salas. 

Y en este patio cometimos un gran error, porque vimos una cola de tamaño mediano y decidimos hacerla. Pensábamos que era para ver dos de las piezas más importantes del tesoro, la daga Topkapi y el diamante Spoonmaker. Preguntamos, pero no conseguimos que nadie nos informase de para que estábamos realmente esperando. 

Al final, nos enteramos que era para ver las importantes reliquias que guarda el palacio Topkapi. Cuando por fin nos tocó entrar, tras un rato muy largo esperando, vimos que la gente tardaba muchísimo de cambiar de vitrina, porque creemos estaban rezando. En esta sala, las mujeres tienen que cubrirse la cabeza. 

En el último patio hay bonitos pabellones y quioscos de recreo, además de una terraza con vistas al Cuerno de Oro. Nos hubiera gustado pasar algo más de tiempo en esta zona, pero la cola nos había robado demasiado y no nos quedaba mucho tiempo antes de que cerrasen. 

De vuelta al segundo patio visitamos las cocinas, con interesantes exhibiciones, y la impresionante colección de armas, donde habían colocado la famosa daga Topkapi y el diamante. Esta sala nos pareció alucinante y entramos dos veces.

Antes de salir entramos en Santa Irene, una de las primeras iglesias que se construyeron en Constantinopla. Y salimos de Topkapi muy cansados, pero muy contentos tras las maravillas que acabábamos de ver. 

Salimos por la puerta imperial, donde está la gran fuente del sultán Ahmet II. Desde aquí vimos la muralla que rodea el palacio y tomamos la bonita calle de Soğuk Çeşmecon casas de madera, y nos dirigimos a la estación de Sirkeci. 

De camino hicimos una pausa en una de las pastelerías Osmanlizadeler, y es que es difícil no caer en la tentación con esos escaparates llenos de delicias turcas. Tomamos un té y varias piezas de baklava, entre ellas una de color morado, que no pasó a ser nuestra favorita, pero que era original. Pagamos 200 LT y tenemos que decir que el baklava estaba bueno, pero nos pareció mejor el de la pastelería de Karaköy.

La estación de Sirkeci era, antiguamente, la estación terminal del Orient Express. Todavía hoy puedes imaginarte en su interior, donde predomina la madera, esos tiempos de esplendor. No tardamos mucho en visitarla, porque no hay gran cosa, la sala de espera y la elegante cafetería que ahora se llama Orient Express. 
De aquí nos dirigimos al Bazar de las Especias, que está al lado de la mezquita Nueva, que estaba cerrada por ser hora de rezo. 
Dentro del bazar muchos de los puestos vendían especias y tés y el olor que desprendían y lo perfectamente colocados que estaban, le daban un ambiente especial. También vendían baklava y delicias turcas, así como frutos secos y otras verduras desecadas. 

Al salir nos seguimos sintiendo dentro de un mercado, pues había muchos puestos de comida donde podías comprar queso, café o frutos secos. También había varios locales pequeños para comer. En especial vimos muchos que servían nuestro postre favorito, Kunefe, y se podía ver como lo preparaban. Asimismo, en algunas tiendas estaban preparando aceite de comino negro. 

Fue un área que nos gustó mucho, con buen ambiente y algunos lugares interesantes para tomar café o comer algo. 

Entramos en uno de los han que había justo a la salida del bazar, que eran antiguas posadas donde descansaban las caravanas de mercaderes. Algunos se han mantenido y puedes descubrirlos paseando por esta zona. Este se veía que lo habían reformado y dentro había varios locales con una atmósfera muy buena, mucho más tranquila que la que había en la calle.

Pasamos por la mezquita de Rüstem Pasha, que estaba cerrada a causa del rezo, y llegamos a la plaza de Eminönü, donde en uno de sus puestos compramos delicias turcas. Era divertido ver la destreza del vendedor para meter los dulces en la bolsa de papel. 

Cenamos allí mismo, en el restaurante Hamdi, que tiene dos pisos, la superior con vistas a Gálata, pero estaba llena, así que pedimos dos platos de carne en la planta baja. La comida estaba muy rica y fueron muy rápidos. Pagamos 444 LT.

Tras cenar, dimos una vuelta por la zona. 

Las tiendas iban cerrando, el bazar de las Especias ya estaba vacío y sin luces, pero seguía habiendo un gran ambiente en la zona del puente de Gálata, con muchos vendedores de comida ambulantes, pescadores y un montón de restaurantes. 

Disfrutamos de las vistas de la ciudad iluminada y pusimos rumbo a nuestro hotel, no sin antes entrar en la mezquita Nueva, donde la oración había acabado y la estaban limpiando. No pudimos estar mucho, pues iban a cerrar, pero nos gustó ver su bonito interior con una luz tenue. 

De camino al hotel, en el área cercana al parque de Sultanahmet, vimos varias calles llenas de restaurantes y decoradas con luces, se notaba que era una zona muy turística. 

Al llegar a Santa Sofía, vimos que estaba abierta. Dentro había poca gente, algunos estaban rezando, pero la mayoría charlaba sentados en el suelo y también vimos algún niño jugando. Aprovechamos para sentarnos y disfrutar del ambiente tranquilo de la mezquita. 

Para llegar al hotel atravesamos el mercado Arasta y vimos el café y restaurante Meşale, donde por las noches hay un derviche giróvago. Nosotros no entramos pero lo vimos al pasar.

Y así terminó nuestro segundo día completo en Estambul.

Día 3: Gran Bazar, puerto de Eminönü, mezquita de Solimán, Eyüp

Mapa con los lugares más interesantes de nuestro tercer día en Estambul

Nuestra primera visita fue la mezquita Pequeña Santa Sofía, donde estuvimos completamente solos, con la única compañía de varios gatos. Su interior, en blanco, negro y azul, con sus capiteles tallados en piedra, nos encantó. 

Y no sólo la mezquita, la zona donde se encuentra también nos gustó mucho. Apenas vimos turistas y había bonitos edificios de madera. Por aquí hay también varios restaurantes con muy buenas valoraciones. Nos parecía increíble estar tan cerca del parque de Sultanahmet. 

Google maps nos indicó que muy cerca había una mezquita pintoresca, la Sokollu Sehit Mehmet Pasha. Así que fuimos y llegamos hasta unas escaleras que llevaban a un patio, cuyas paredes estaban decoradas con paneles de azulejos. El templo estaba cerrado.

Nos fuimos al Gran Bazar, que  tiene numerosas entradas, y nos dirigimos a la que teníamos más cerca. El camino nos llevó por calles muy empinadas, con coches que iban en todas direcciones y tiendas que estaban abriendo. Tras subir muchas cuestas y escaleras, aparecimos en la plaza Cemberlitas, donde está la columna de Constantino.

Tomando la calle Yeniceriler, donde hay muchas tiendas y edificios religiosos, llegamos a una de las entradas del Gran Bazar
Recorrimos parte de él disfrutando de su ambiente, vendedores desayunando, gente llevando bandejas de té a las tiendas y dueños limpiando la calle delante de sus puestos. Vimos tiendas de todo tipo, de oro, de plata, de antigüedades, de piel y, como no, de souvenirs. Ningún vendedor nos animó a comprar y pudimos mirar con tranquilidad lo que quisimos. No nos recordó para nada a los bazares de Túnez, donde no te dejaban en paz. 

Y cuando salimos, continuamos en un bazar, en este caso sin estar cubierto, pero todo eran tiendas de ropa. 

Llegamos al bazar de las especias, donde nos sentamos a tomar un kunefe en un sitio al que ya le habíamos echado el ojo el día anterior.

Estábamos muy cerca de la mezquita de Rüstem Pasha, por lo que ese fue nuestro siguiente destino. Subimos por unas escaleras oscuras y estrechas para llegar al patio de entrada. 
Es difícil de explicar lo bonito que es su interior, que está totalmente decorado por azulejos. Y, para nuestra sorpresa, estuvimos totalmente solos. El hombre de la entrada era simpatiquísimo y estuvo hablando en turco con la pequeña y enseñándonos fotos de su familia. Esta fue una de las mezquitas que más nos gustó.

De allí fuimos a la mezquita Nueva para verla de día y entrar en el mausoleo que se encuentra frente a ella. Como estaba parcialmente en restauración, sólo pudimos ver una tumba. Aun así, su decoración nos encantó y nos convenció de que merece mucho la pena entrar en los mausoleos de los sultanes. 

Intentamos entrar también en el edificio de al lado, el pabellón Hünkar kasri, pero estaba cerrado. 

Fuimos al puente de Gálata para ver las vistas, esta vez a la luz del día. Su parte superior estaba, como siempre, llena de pescadores. 
La pequeña tenía hambre y, aunque los restaurantes del puente de Gálata no nos parecían el mejor lugar para comer, elegimos el que tenía mejor valoración, Fish Port. 
Nos sentamos en su terraza, perfectamente situada para disfrutar de las vistas a la mezquita de Solimán, y probamos el Balik Ekmek, el típico bocadillo de pescado que si nos gustó. Pedimos también arroz, patatas y calamares, que no eran nada del otro mundo. Pagamos 640 LT en el que incluyeron 50 LT por el servicio. 
Y aunque la terraza era perfecta, ni el servicio nos pareció amable, ni la comida tan rica.
Y nos fuimos a la mezquita de Solimán
Para llegar pasamos por calles estrechas llenas de tiendas, en este caso vimos muchas ferreterías y objetos de mimbre y de madera. Y cuando nos acercábamos a la mezquita, empezamos a ver cafeterías y restaurantes que anunciaban terrazas y tiendas de fotografía que ofrecían reportajes en sus azoteas, como la conocida TAHT. 

Y seguimos subiendo, pues la mezquita se encuentra en lo alto de una colina, y llegamos a la calle que andábamos buscando, Fetva Yokusu. que es un estrecho callejón donde hay múltiples cafeterías, una junto a la otra, que ofertan terrazas con incomparables vistas. Los representantes están en la calle y no paran de animarte a subir a sus azoteas.

Nosotros escogimos Sefa-i-Hürrem para tomarnos un té y un café (103 LT). No sabemos si es la mejor, pero las vistas tanto de la mezquita como de la ciudad son increíbles. Las que están un poco más abajo no tienen vistas a la mezquita de Solimán. Todos son locales con una bonita decoración.

De aquí fuimos a la mezquita, que, al estar situada en lo alto, tiene una buena perspectiva de la ciudad desde su jardín. Antes de entrar, visitamos las espectaculares tumbas del Sultán y de su mujer Hürrem Sultán. El interior de la mezquita nos pareció sencillo pero muy bonito.

La mezquita de Solimán se puede descubrir dentro de un tour guiado, que incluye la visita a Santa Sofía y a la mezquita Azul.

Antes de irnos a nuestro siguiente destino, paseamos por la zona, donde hay bonitas casas de madera otomanas, algunas recién restauradas, otras en bastante mal estado y desde donde tienes buenas perspectivas de la mezquita. 

Para ir a Eyüp decidimos llamar a un Uber. Aun no teníamos la Istanbulkart y no sabíamos seguro por donde pasaba el autobús. Sin embargo, había mucho tráfico y no nos fue fácil conseguir uno. 

Mientras esperábamos, fuimos testigos de la pericia de los turcos conduciendo. Era increíble como iban pasando coches por una calle estrecha, donde una furgoneta mal aparcada ocupaba parte de esta.

Y por fin llego el Uber, que nos cobró 200 LT por el viaje.

De camino pudimos ver desde el coche las murallas de Teodosio. Al llegar, paseamos un poco por las calles de alrededor de la mezquita, donde vimos algunos mausoleos. 

El ambiente de la plaza nos gustó mucho. Había niños jugando y parejas paseando. En una esquina había un rincón reservado para las palomas, donde los niños les podían dar comida. Por supuesto, junto a este había un puesto con comida para palomas, 10 LT cada bolsita.

Entramos en la mezquita cuando la oración ya había terminado. A la entrada una señora daba delicias turcas a la gente y en el patio había muchísima gente. 

Enseguida nos dirigimos al mausoleo de Ebu Eyüp el-Ansari, donde se notaba la devoción de los que allí estaban. Afuera, en la ventana que daba a la tumba, muchas mujeres oraban y en el interior un gran número de personas hacían lo mismo. El mausoleo estaba decorado con azulejos y era realmente bonito. Aunque lo que hizo especial esta visita fue el ambiente que se respiraba. 

Entramos también en la mezquita, que estéticamente no nos llamó la atención.

Y cogimos el camino que lleva a lo alto de la colina, donde se encuentra el mirador de Pierre Loti. Este iba paralelo al cementerio y pudimos ver muchos gatos entre las numerosas lápidas. El camino era bastante empinado, pero llegamos en unos 10 minutos. Si no quieres caminar, puedes coger el funicular. 

El mirador tenía una vista preciosa a todo el Cuerno de Oro y se podían ver las murallas que delimitaban el tamaño de la antigua Constantinopla. 

Por encima de este se encuentra la cafetería de Pierre Loti, cuya terraza tenía unas vistas preciosas, pero no había ninguna mesa libre. Había más cafeterías, pero estaban cerradas. Así que tras entrar a ver las fotos del escritor, bajamos de nuevo a Eyüp.

En la plaza vimos un par de niños vestidos con el típico traje blanco que usan para ir a la mezquita a celebrar la circuncisión. Y aprovechamos para probar la Boza en una de las tiendas que allí había. El vaso nos costó 10 LT y no nos gustó.

Eyüp puede visitarse dentro de una visita organizada.

Nosotros te contamos más sobre este barrio en qué ver en las zonas más tradicionales de Estambul.

Y llegó el momento de volver. Fuimos a la parada del autobús, pero allí no había máquinas de billetes, ni nadie que hablara inglés. Así que volvimos al funicular que sube al mirador, pensando que allí sí las habría. Y por fin logramos comprar la Istanbulkart, con la que se paga en todo el transporte público. El viaje en bus nos costó 5,49 LT por persona. 

El bus que tomamos, el 86V, nos dejó muy cerca de la plaza de Beyazit. En el viaje nos sorprendimos al pasar por la calle Fevzi Pasha. Y es que no habíamos visto tantas tiendas de vestidos de novia juntos en toda nuestra vida.

Al bajar del autobús vimos abierta la mezquita de Beyazit, por lo que aprovechamos para visitarla. Su interior era bonito, pero nos recordó a otras que ya habíamos visto. 

Para cenar nos dirigimos a la zona de la pequeña Santa Sofía, donde habíamos visto restaurantes con buena pinta y buenas valoraciones. Para ello pasamos por calles llenas de papeles y cartones, vimos hasta alguna zapatilla suelta tirada por el suelo. Era una zona próxima al Gran Bazar, así que supusimos que allí habría muchos puestos que acababan de cerrar. 

Al pasar por la mezquita de Sokollu Sehit Mehmet Pasha, vimos que el rezo acababa de terminar. Por lo que aprovechamos para entrar y ver su precioso interior decorado con azulejos. 

Esta se encuentra muy cerca del restaurante Istanbul anatolian cuisine, donde cenamos de maravilla por 565 LT. 

Día 4: Fatih, Fener, Balat y crucero por el Bósforo

Mapa con los lugares que visitamos en los barrios de Fatih, Fener y Balat

Nuestro objetivo este día era visitar las zonas más tradicionales del distrito de Fatih, donde entran los barrios de Fener y Balat. Y lo íbamos a hacer a pie.

Nosotros te contamos más sobre estos barrios en qué ver en las zonas tradicionales de Fatih, Fener y Balat.

Salimos del hotel y pasamos por las ruinas que quedan visibles del hipódromo, el Sphendone. Un poco más lejos, en la calle Peykhane, vimos gente haciendo cola en un local especializado en Börek, Tarihi Çemberlitaş Börekçisi, que nos pareció un lugar perfecto para desayunar. Pedimos dos tés y tres tipos de Börek. Las raciones eran bastante grandes, por lo que nos pasamos pidiendo. El que más nos gustó fue el que tenía azúcar por encima. Pagamos 150 LT.

Pasando por las plazas de Çemberlitaş y de Beyazit, llegamos a la mezquita de Şehzade, donde está la bella tumba del hijo de Solimán. Además, la decoración de sus minaretes es muy curiosa y se dice que representan las lágrimas del Sultán por la muerte de su hijo. 

Enseguida llegamos al acueducto de Valente, que está en medio de una carretera con mucho tráfico. Al pasar por uno de sus arcos, llegamos a una zona con un gran número de carnicerías y restaurantes, donde nos llamó la atención ver a un hombre sentado junto a una cabra atada a una valla. No vimos a otros turistas en la zona y nos pareció un buen lugar para ver cómo se desarrolla la vida cotidiana de Estambul.

Y llegamos a la gran mezquita de Fatih, en cuyo interior había muy poca gente y la mayoría rezando. Sin embargo, lo que más nos impresionó fue la tumba del Sultán Mehmet II, el conquistador de Constantinopla, que nos pareció impresionante. En su interior coincidimos con varias mujeres orando. 

Después de esta visita nos dirigimos a Fener. En el camino nos cruzamos con muchos trabajadores y muchas madres con hijos e íbamos fijándonos en las tiendas donde compraba la gente del barrio. 

Y llegamos a Çarşamba, la zona más conservadora que hemos visto en Estambul, donde tuvimos una experiencia algo desagradable por sacar una foto a un quiosco que anunciaba la venta de la Istanbulkart. 

Lo que pasó fue que el vendedor, al que no habíamos visto porque estaba sentado dentro completamente en sombra, comenzó a gritarnos. No sabemos que dijo, pero no paraba de señalar a la cámara con cara de pocos amigos. Con las pocas palabras que sabíamos en turco intentamos explicarle que sólo habíamos sacado el anuncio de la Istanbulkart y que no salía nadie en ella. También intentamos pedirle perdón y comprarle agua. Sin embargo, nos rechazó de muy malas maneras. Cuando nos cansamos de disculparnos, nos fuimos dejando al hombre gritando. 

Y justo tras pasar el quiosco, llegamos a una zona donde, tanto hombres como mujeres vestían con la ropa tradicional, en los bares sólo había hombres, las librerías eran de temática religiosa y los escaparates mostraban vestidos largos y oscuros y pañuelos para cubrirse la cabeza para mujeres y niñas.

Nos dirigimos al museo Fethiye, que lo encontramos cerrado por restauración. A la entrada había varios niños jugando en la calle y un perro me agarró de la falda para que jugara con él. 

Empezamos a ver casas de madera bastante desgastadas y, al bajar por una cuesta y girar, nos encontramos con las famosas casas de colores que tanto habíamos visto en Instagram. Había muchas personas posando para las fotos y otras tantas esperando su momento, la mayoría con vestido de colores. Y para nosotros fue un contraste enorme pasar tan de repente a un ambiente completamente diferente.

Fener y Balat fueron dos barrios que nos gustaron mucho. Pasear por sus calles empinadas era encontrarte a cada paso con rincones llenos de encanto y, cuando llegábamos a las esquinas más conocidas, siempre había gente haciendo cola para sacarse fotos. Por eso decidimos pasear sin rumbo por calles menos transitadas. 

Vimos el colegio griego de Fener, que destaca con su color naranja, y, muy cerca, llegamos a la iglesia de Santa María de los Mongoles, que, como esperábamos, estaba cerrada. Bajamos por unas escaleras de colores que nos llevaron a la esquina donde más gente vimos, la cafetería Incir agaci.

Llegamos a la calle Vodina, que está llena de cafeterías con mucho estilo, y nos dirigimos a la catedral patriarcal de San Jorge, cuya fachada neoclásica no era lo que esperábamos, pero su interior nos pareció muy bonito. 

Tras esta visita decidimos parar a comer y lo hicimos en la terraza del Faro. 

Tras la comida visitamos la iglesia Búlgara de San Esteban, que se encuentra junto al agua. Y después nos dedicamos a callejear. 

Nos sorprendió la cantidad de cafeterías que vimos, todas ellas con su propio estilo. Una de las muchas tiendas de antigüedades ofrecía también café y daban la opción de elegir tu propia taza. Vamos, que te podrías pasar el día de cafetería en cafetería. 

Pasamos por la sinagoga de Ahrida, que estaba cerrada, pues para visitarla hay que ponerse en contacto con el rabino. Y probamos tres piezas de baklaba por 15 LT en una pastelería cerca de la bonita calle Lavanta. 

Nuestra intención era llegar hasta la iglesia de San Salvador de Cora y, ya de paso, a las ruinas de las antiguas murallas. Sin embargo, estaba cerrada por restauración, así que tras un rato caminando nos dimos la vuelta.

Una manera de descubrir los barrios de Fener y Balat es reservar una visita guiada a pie.

Para la tarde teníamos billetes para un crucero por el Bósforo, por lo que tomamos el autobús 99, que paraba en el puerto Eminönü y que nos costó 7,36 LT por persona. 

La parada de autobús de Fener se encuentra cerca del cruce de las calles de Mürselpasa y Yildirim.

Nosotros reservamos este crucero por el Bósforo con Getyourguide, que incluía una audio guía que nos iba informando de lo que se veía en cada momento. 

El barco no iba muy lleno y tuvimos una mesa para nosotros solos, aunque nos pasamos el mayor tiempo en la terraza disfrutando de las vistas. Dentro podías comprar bebida y también algo de comida.

Al salir del barco volvimos al hotel y por el camino pasamos por la pequeña mezquita de Vilayet, que nos llamó la atención por su color rojo y blanco. 

Cuando llegamos a la zona del Gran Bazar, decidimos entrar en la mezquita de Nuruosmaniye. Como estaban rezando, nos sentamos junto a la entrada y nos quedamos un rato viendo como oraban. Fue un momento de tranquilidad tras haber paseado por las calles cercanas, llenas de gente y de tiendas. Su interior, donde destaca el color blanco, nos gustó mucho. 

Para cenar fuimos al Three Partners y quedamos muy satisfechos. La comida estuvo muy buena, los camareros fueron super simpáticos y estaba muy bien de precio. Al final nos trajeron un té y a la pequeña tuvieron el detalle de dárselo frio. 

Día 5: Parte asiática de Estambul

Mapa indicando los lugares que visitamos en la parte asiática de Estambul

Este día íbamos a visitar la parte asiática de Estambul, por lo que nos dirigimos al puerto de Eminönü a coger un ferry. El tiempo fue bastante malo, pues se pasó la mayor parte del día lloviznando.

De camino pasamos por Sirkeci, donde había bastantes pastelerías para comprar baklava y delicias turcas. Nosotros cogimos varias piezas en una de las tiendas de Hafiz Mustafa y nos las tomamos en el trayecto hasta la otra costa.

El viaje desde el puerto de Eminönü al puerto de Üsküdar duró unos 15 minutos y nos costó 7,90 LT por persona. En el barco cogimos dos cafés por unas 35 LT. 

Esta parte de Estambul puedes descubrirla también con una visita guiada: Tour por la parte asiática y Eyüp.

Nosotros te contamos más sobre ella en qué ver en la zona asiática de Estambul.

En Üsküdar visitamos bastantes mezquitas. De hecho, nada más bajarnos del ferry vimos ya varias de ellas.

Te contamos cuáles son nuestras mezquitas favoritas en las mezquitas más bonitas de Estambul.

La primera fue la de Şemsi Pasha, que está junto al Bósforo y tiene unas vistas muy bonitas. Junto a ella, y a pesar del mal tiempo, vimos a muchos pescadores. 

Como estaba cerrada, nos dirigimos a la siguiente, la de Mihrimah Sultán, que tampoco estaba abierta. Según pudimos entender, sólo abría a la hora del rezo. Justo enfrente de esta se encuentra la fuente monumental de Ahmet III.

Al visitar la tercera mezquita, la de Yeni Valide, tuvimos más suerte y pudimos ver su bonito interior.

De camino a nuestra siguiente mezquita, paseamos por las calles cercanas al muelle, donde vimos un gran número de cafeterías con muy buena pinta. Nosotros acabamos sentándonos en el Vav café, de pequeño tamaño y con una decoración interesante. Aquí nos tomamos un té y un café turco por 17 LT. 

Muy cerca de este café se encuentra la mezquita de Aziz Mahmud, que guarda la tumba de Aziz Mahmud Hüdayi, uno de los santos musulmanes sufíes más importantes del Imperio Otomano. En el patio, los hombres que había a la entrada nos dijeron que, por favor, hiciésemos fotos sólo con el móvil. Fueron muy amables y le dieron una chocolatina a la pequeña. Debía de haber habido alguna ceremonia, pues vimos un grupo de chicos jóvenes elegantemente vestidos a la puerta de la mezquita. 

El interior lo visitamos por separado, pues yo no me atreví a entrar en la parte reservada a los hombres. Por dentro la mezquita era de madera, lo que contribuía a crear una atmósfera muy acogedora. Y en la tumba de Aziz Mahmud Hüdayi había muchos fieles orando. 

El ambiente que sentimos fue diferente al de la mayoría de las mezquitas que ya habíamos visitado y nos recordó un poco a la de Eyüp Sultán.

Y de aquí nos dirigimos a una totalmente diferente, la innovadora mezquita de Şakirin, que fue inaugurada en el 2009. Su luminoso interior fue diseñado por Zeynep Fadıllıoğlu, la primera mujer en diseñar una mezquita. Su lámpara de lágrimas nos pareció preciosa. 

Y de esta fuimos a la mezquita de Cinili, que por fuera no es nada llamativa. Cuando llegamos estaba cerrada, pero la abrieron para el rezo. Entramos aprovechando que todavía no había llegado nadie y nos sorprendió su bonito interior decorado con azulejos. Cuando salimos, había ya varias personas descalzándose. 

Por último fuimos a la facultad de Teología, donde hay otra mezquita muy nueva, pues fue inaugurada en el 2015. Su cúpula llama la atención y merece la pena entrar para verla desde dentro.

Las mezquitas de la parte asiática nos gustaron mucho, pero es verdad que las zonas que vimos mientras íbamos de una a otra no tenían nada especial. Esto cambió a medida que nos acercábamos a nuestro siguiente destino, Kuzguncuk.

Mientras íbamos de camino a este barrio, comenzó a llover con más fuerza, así que en cuanto vimos un sitio para comer, entramos. Este fue Saranın Bahçesi, un restaurante de desayunos. El lugar era muy bonito, con un jardín y una terraza decorada, donde nos hubiera gustado comer si hubiera hecho buen tiempo. 

Los dueños fueron muy majos, en cuanto nos vieron llegar calados nos prepararon una mesa y encendieron la chimenea. Eso sí, no hablaban inglés, por lo que usamos el google translator para comunicarnos. Pedimos manti, la pasta turca, y menemen, un plato a base de huevo, además de unas patatas fritas y tres Ayran. La comida estaba muy buena y pagamos 185 LT.

Como no llovía cuando terminamos de comer, aprovechamos para pasear sin prisas por los alrededores de la calle principal de Kuzguncuk, Icadiye. 

Esta parte de Üsküdar nos encantó. Las casas eran muy bonitas, las cafeterías y las tiendas tenían mucho estilo y el ambiente era tranquilo. Había unas huertas y, junto a ellas, un pequeño mercado que vendía productos locales. Vimos también templos de diferentes religiones, pero todos estaban cerrados. Y comprendimos porque se usa como escenario para las telenovelas turcas.

Eso si, no estuvimos solos. Había mucha gente sacándose fotos y nos recordó un poco a los barrios de Fener y Balat. Sin embargo, en este caso la mayoría de las que posaban llevaban pañuelo. 

La calle Icadiye termina en el Bósforo, con vistas a la mezquita de Ortaköy.

Nuestra idea era ir a la Torre de la Doncella, para pasear un rato por la zona y disfrutar de las vistas. Sin embargo, volvía a llover y la torre estaba en obras, totalmente cubierta por andamios. Por lo que decidimos ir en Uber a Kadiköy. El viaje nos costó 80,36 LT.

El coche nos dejó en el muelle, donde las vistas a la otra costa de Estambul eran bonitas, pero la visibilidad no era la mejor. Por eso descartamos caminar por el paseo marítimo y fuimos directamente a explorar las calles cercanas. 

Aquí se organiza un mercado de alimentos muy popular, donde puedes encontrar una gran variedad de productos frescos. Es difícil no comprar nada, nosotros acabamos con unas aceitunas y algo de fruta. 

Queríamos haber seguido descubriendo Kadiköy y buscar algunos de sus conocidos murales, pero el tiempo empeoraba cada vez más. Nos sentamos en Kubbe, un café de varios pisos con una decoración peculiar, que le daba un aire a tienda de antigüedades y donde algunas personas jugaban al backgammon. Esperamos a que lloviera menos y volvimos a dar una vuelta por los alrededores, donde vimos varias tiendas de antigüedades. 

Había bastantes locales con muy buena pinta para tomarse una cerveza, además, era sábado por la tarde y había mucho ambiente. Nos hubiera gustado quedarnos, pero la mayoría de los bares estaban bastante llenos y el tiempo no mejoraba, así que decidimos coger el metro para volver a Eminönü. 

El metro, que sólo fue una parada, nos costó unas 7 LT. Después tuvimos que coger el Marmaray, que nos costó unas 13 LT y nos dejó en la estación de Sirkeci.

Al llegar seguía lloviendo y entramos a cenar en el Resto Han, donde había música en directo. El ambiente era muy agradable y la comida estuvo muy rica. Tomamos dos entrantes, más dos platos principales y para beber, vino y agua. Pagamos 789 LT. 

Y volvimos al hotel completamente mojados.

Al día siguiente, nuestro vuelo salía del aeropuerto Sabiha Gökçen bastante pronto. Así, a las 7 de la mañana pedimos un Uber. El viaje duró unos tres cuartos de hora y nos costó 450 LT.

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2 comentarios en “5 días en Estambul: qué ver y qué hacer”

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