Tras la Guerra de los Treinta Años Rothenburg perdió importancia y se detuvo su crecimiento, la ciudad se quedó dormida cual Bella Durmiente. Fue despertada por los visitantes, que querían conocer las calles adoquinadas y las plazas recoletas de aquel prototipo de ciudad medieval alemana. Porque Rothenburg, en el valle del Tauber, guarda dentro de sus murallas un tesoro que ha sabido recuperarse de muchas vicisitudes, muchas veces a fuerza de orgullo, y si no, que se lo digan al alcalde Nusch ¿Nos acompañas?

Rothenburg ob der Tauber, Rotemburgo en castellano, es, probablemente, la ciudad de pequeño tamaño más famosa de Alemania. Esto trae consigo aspectos positivos y negativos. Por un lado si es tan famosa es porque es una auténtica joya medieval y pasear por sus calles es retroceder en el tiempo, un tiempo donde los pueblos estaban defendidos por murallas, las calles no estaban pavimentadas y las casas eran de baja altura. Por otro lado, su fama hace que la gente quiera conocerla y todos sabemos lo que esto significa. Eso sí, el casco histórico de Rothenburg no es tan pequeño, y si te alejas de sus rincones más famosos o decides recorrer algunas de las rutas alrededor de la ciudad, no vas a encontrarte con tanta gente.
Rothenburg pertenece a la Ruta Romántica, Romantische straße. Esta ruta de unos 500 km va desde Würzburg a Füssen y te permite conocer pueblos medievales llenos de encanto, ciudades llenas de historia y paisajes alpinos. También forma parte de la Ruta de los castillos, Burgenstraße, que en unos 1200 km permite conocer un gran número de castillos y palacios desde Mannheim a Praga.
Si has llegado hasta aquí, igual estás organizando un viaje a esta parte de Alemania. Por eso, podrían serte de utilidad algunos de nuestros posts:
– Las ciudades y pueblos más bonitos de Baviera
– Las mejores excursiones desde Múnich
Dónde se encuentra y cómo visitarla
Un detalle importante a saber es que hay cuatro Rothenburg en Alemania. El protagonista de este post es Rothenburg ob der Tauber, Rothenburg sobre el Tauber, que es el rio que atraviesa el valle a los pies de la ciudad, el valle del Tauber.
Esta ciudad de pequeño tamaño está en el sur de Alemania y se encuentra al noroeste del estado federado de Baviera, en la región de Franconia Media, Mittelfranken. Las ciudades más grandes cercanas a esta son, Würzburg a unos 55 km, Núremberg a unos 80 km, Stuttgart a unos 150 km, Frankfurt a unos 175 km y Múnich a unos 225 km.
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Para conocer la ciudad puedes llegar en tren. En la página de la compañía de trenes Deutsche Bahn puedes consultar todas las rutas, horarios y precios. Una buena opción para conocer Baviera es adquirir el Bayern Ticket, que te permite tomar a lo largo de un día todos los trenes que quieras dentro de este estado. Es válido para un máximo de 5 personas.
También puedes visitarla dentro de una excursión organizada. La mayoría incluye, además, la visita a otros puntos de interés de los alrededores o alguna actividad como una cata de vinos.
– Visitar Rothenburg desde Múnich junto a Nördlingen o visitar Rothenburg desde Múnich junto al castillo de Harburg.
– Visitar Rothenburg desde Núremberg.
– Visitar Rothenburg desde Frankfurt.
– Visitar Rothenburg desde Würzburg.
Si llegas en coche es importante que sepas dónde puedes aparcar, porque aunque haya alguna plaza de aparcamiento dentro de la ciudad, lo más recomendable es que lo dejes en alguno de los parkings de gran tamaño, de P1 a P5, que rodean las murallas. Todos son de pago entre las 9:00 y las 18:00. La última vez que estuvimos la tarifa era de 1, 10€ por hora, siendo 5,50€ el precio por día. En algunos de ellos también pueden aparcar caravanas.
El casco histórico de Rothenburg se puede visitar, a buen ritmo, en unas 3 horas, aunque recomendamos al menos medio día para poder pasear tranquilamente por sus murallas, entrar en la iglesia de Santiago, perderse por sus calles, disfrutar del encanto de la ciudad y sentir que ya es Navidad en la tienda de Käthe Wohlfahrt. Si pasas más tiempo en ella, te recomendamos hacer algunas de las rutas que permiten conocer los viñedos de la ciudad, los molinos del valle del Tauber, disfrutar de las maravillosas vistas de la ciudad amurallada de Rothenburg o de la obra de arte que esconde el pequeño pueblo de Detwang.
Eso sí, aconsejamos visitar Rothenburg entre semana y, o pronto por la mañana o bien al final de la tarde, cuando los visitantes, o no han llegado o ya se están yendo, y puedes pasear sin tanto jaleo por las calles.
Si decides visitar la ciudad por la tarde, en Rothenburg hay mucha oferta hotelera. Nosotros nos quedamos a dormir en las afueras, por eso de que salía más económico que dentro de las murallas. Para encontrar las mejores ofertas en hoteles, nosotros usamos Skyscanner.

Cuál es la mejor época para visitar Rothenburg
Cualquier época es buena para visitar Rothenburg, quitando los meses de enero y febrero, donde los días son cortos y las temperaturas bajas.
En primavera-verano la ciudad está decorada con flores y los biergarten, cerveceras al aire libre, y las terrazas crean un muy buen ambiente.
En otoño los colores cambiantes de las hojas dan un ambiente especial a la ciudad, y crea rincones difíciles de olvidar.
A finales de noviembre – diciembre, Rothenburg se engalana para recibir a la navidad y se organiza un mercado que atrae a muchos visitantes. Aunque tenemos que decir, que a nosotros el mercado de Rothenburg nos decepcionó un poco. Si te gustan los mercados de navidad, te puede interesar nuestro post con los mercados de navidad alemanes más bonitos.
Qué comer
En Rothenburg hay numerosos sitios donde comer.
Nosotros hemos probado varios, por ejemplo los restaurantes de comida tradicional Gasthof Goldenes Lamm, cuya terraza tiene vistas a la plaza del mercado, el Baumeisterhaus, con un bonito patio de una casa patricia en su interior y el romantik hotel Markusturm, un elegante restaurante donde elaboran su propia cerveza. También hemos comido en el restaurante Michelangelo, donde disfrutamos de una rica comida italiana. En todos hemos acabado muy satisfechos.
Pero la ciudad está llena de locales para comer tranquilamente, tomar algo rápido, beber un café acompañado de un trozo de tarta o saborear un helado. Nosotros solemos recomendar chequear las opiniones de los restaurantes en internet, pues a veces los sitios ya no existen, cambian de dueño o simplemente están cerrados.
Sobre qué comer te recomendamos leer nuestro post sobre gastronomía alemana. Allí escribimos sobre los platos más típicos de este país, que no son sólo salchichas.
Un dulce típico de Rothenburg, y de los pueblos de alrededor, que vas a ver por todos lados y que te va a llamar la atención, es la Schneeball, bola de nieve, pues es redondeado y está espolvoreado con azúcar glas. Este consiste en una masa frita que puede estar envuelta en chocolate u otra cobertura y que puede estar relleno con alguna crema. Antiguamente se comía en ocasiones especiales, como bodas o bautizos.
La pinta es muy buena, pero tenemos que decir que a nosotros nos decepcionaron un poco. Por eso aconsejamos comprar sólo una para probar, y ya luego si os gustan, comprar más.
Historia
La historia de Rothenburg comienza alrededor del 970, cuando se funda en el valle del Tauber, bajo la actual ciudad, una parroquia en Detwang.
Más tarde, a principios del S. XI, los condes de Comburg-Rothenburg construyeron un castillo cerca del actual Spitalhof, patio del hospital. Pero la estirpe de esta familia se extinguió a principios del S. XII y la ciudad pasó a manos de la poderosa familia Staufer, que construyó un castillo en un espolón sobre el Tauber, donde hoy día se encuentran los jardines del castillo. Este se convirtió en el Castillo Imperial y a su alrededor se desarrolló un asentamiento, que en 1172 recibió los derechos de ciudad y en 1274 se convirtió en ciudad imperial, título que mantuvo hasta principios del S. XIX.
La ciudad se fue expandiendo y vivió su periodo de mayor esplendor en los S. XIV y S. XV. A mediados del S. XVI empezó a perder poder político y durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) se arruinó y su población quedó diezmada. La ciudad perdió en importancia y se frenó su desarrollo, lo que permitió que mantuviera su aire medieval.
Esta característica fue la causante de que, a mediados del S. XIX, artistas, como el pintor alemán Carl Spitzweg, la redescubrieran y Rothenburg se convirtiera, ya desde finales del S. XIX, en un famoso destino turístico.
Durante la II Guerra Mundial la ciudad sufrió un ataque aéreo por parte de las fuerzas estadounidenses en las últimas semanas de la guerra, el 31 de marzo de 1945. Este dejó más de 39 víctimas y dañó cerca del 45% de la parte amurallada de la ciudad. La parte afectada fue la parte oriental, que era la zona más joven del casco antiguo. Sin embargo, los trabajos de restauración estuvieron bien planificados y los edificios más importantes fueron reconstruidos como los originales.
Hoy en día Rothenburg es una ciudad muy conocida que atrae a un gran número de visitantes de todos los países.
Leyenda de la Meistertrunk, el trago maestro
Durante la Guerra de los Treinta Años la ciudad no fue destruida y la razón por la cual salió indemne dio lugar a una leyenda que constituye, a día de hoy, una de las fiestas más importantes de la ciudad: la Meistertrunk, el trago maestro. Esta se celebra cada año en Pentecostés, finales de mayo – principios de junio, desde 1881. Paseando por la ciudad te vas a encontrar con varias referencias a este acontecimiento.
Y es que en octubre de 1631, las fuerzas imperiales de la ciudad se rindieron a los suecos, que la ocuparon. El general del ejército imperial, Tilly, acudió a Rothenburg, cercó la ciudad y salió victorioso. Se dice que Tilly quería matar al concejal y destruir Rothenburg, pero le invitaron a beber el vino local en un gran vaso de 3,25l. Ablandado por el vino, prometió que perdonaría a la ciudad si alguien era capaz de beber, de un solo trago, todo el contenido del vaso. Fue el entonces alcalde Georg Nusch quien logró tal hazaña y Tilly no tuvo más que cumplir su palabra.
Qué ver
Puedes conocer el centro histórico de esta ciudad de la mano de un guía, como en este tour de la música medieval por Rothenburg, en el que se interpretan canciones medievales.
La ciudad ha conservado gran parte de su casco medieval que, aunque ya hemos escrito que tuvo que ser parcialmente reconstruido tras la II Guerra Mundial, ha sabido mantener su antiguo aspecto. Si bien es cierto que Rothenburg no tiene un gran número de monumentos de gran relevancia, un paseo por sus calles, sus callejones, sus plazas y su muralla es altamente recomendable.
Lo primero que verás al ir acercándote a Rothenburg es la impresionante muralla que rodea toda la ciudad. Yo todavía no dejo de asombrarme cuando, desde el coche, empiezo a vislumbrar las numerosas torres, más de 40, que la componen.
Este es el mapa donde indicamos todos los puntos de los que vamos a hablar, ordenados según van apareciendo en el texto.

- 1. Plaza del mercado y ayuntamiento
- 2. Iglesia de Santiago
- 3. Tienda de Navidad Käthe Wohlfahrt
- 4. Iglesia de los Franciscanos
- 5. Puerta del castillo y jardines
- 6. Casa Baumeister
- 7. Museo del Crimen, iglesia de San Juan y mirador
- 8. Plönlein: plaza con encanto
- 9. Molino de Ross
- 10. Patio del hospital
- 11. Bastión del hospital
- 12. Torre de Marcos y arco Röder
- 13. Torre Röder: mirador
- 14. Casa del herrero Gerlach
- 15. Torre Blanca
- 16. Torre del Patíbulo
- 17. Museo de Rothenburg
- 18. Puerta Klingen e iglesia de San Wolfgang
Comencemos pues la visita atravesando alguna de las seis puertas de entrada a la ciudad: Klingentor, en el norte, Galgentor/Würzburger Tor en el noreste, Rödertor al este, Spitaltor y Kobolzellertor al sur o Burgtor al oeste. También hay puertas abiertas en los muros por las que puedes acceder.
La zona amurallada de Rothenburg no es pequeña y perderse por sus calles es la mejor manera de entender por qué esta ciudad es tan conocida.
Empecemos hablando de su muralla…
Rothenburg estuvo fortificada desde finales del S. XII. Así, alrededor de 1172, cuando recibió los derechos de ciudad, se construyó la primera muralla de la ciudad. De esta se han conservado dos de sus cuatro entradas, la Torre Blanca, antigua puerta noreste, y la torre Markus con el arco Röder, antigua puerta este.
Hacia 1300 la ciudad prosperó y se expandió y por ello se construyó una segunda línea de defensa. Esta muralla exterior está muy bien conservada, data de alrededor de 1360-1388 y mide unos 4 km. El paseo de guardia es accesible en algunos puntos, lo que permite que te sientas como un soldado protegiendo Rothenburg y que disfrutes de unas vistas preciosas sobre los tejados de la ciudad. Esta es una de las actividades que no te puedes perder si viajas a Rothenburg.
En las paredes de la parte accesible de las murallas, verás un gran número de placas con los nombres de las personas que han donado dinero para su conservación. Si quieres que tu nombre aparezca, tienes que donar al menos 1200 €.
A una de las torres, la llamada Röderturm, puedes subir tras pagar una entrada de 2€. Esta se encuentra en la zona afectada por el bombardeo de la II Guerra Mundial, por lo que esta torre de principios del S. XIV tuvo que ser reconstruida. En su interior hay una pequeña exposición sobre los daños sufridos por la ciudad durante el ataque.
Abre todos los días en julio y agosto de 11 a 14. En abril, mayo, septiembre y octubre, sólo abre festivos y fines de semana. Para saber si está abierta sólo hay que fijarse si una bandera cuelga de la torre.
Las vistas son a través de ventanas y, aunque pensamos que las que se tienen desde el mirador de la torre del ayuntamiento son algo mejores, estas también son impresionantes. En agosto de 2022 la información sobre el ataque aéreo estaba a la entrada, en la planta baja, y era bastante poca, pero nos dijeron que iban a mejorarla.
Hay además un camino señalizado, el Rothenburger Turmweg, camino de las torres, que a lo largo de unos 4 km recorre las torres de la ciudad informando, en 22 etapas, sobre la historia de las murallas, la función de cada torre o el por qué de sus nombres.
Perdámonos en las calles, callejones y plazas de Rothenburg…
El centro de la ciudad es la bonita plaza del mercado, Marktplatz. Uno de sus lados pertenece al ayuntamiento, un edificio donde se distinguen dos partes, la gótica de los S. XIII-XV y que sufrió un incendio en 1501, y la renacentista construida en el S. XVI. Las arcadas de estilo barroco fueron añadidas a finales del S. XVII. Sus escaleras suelen estar llenas de visitantes que descansan y disfrutan del bullicio de la plaza y de los bonitos edificios que la rodean.
La torre del ayuntamiento tiene un mirador a unos 60 m de altura al que se puede subir para disfrutar de unas vistas increíbles de toda la ciudad fortificada y del valle que la rodea. Desde aquí se puede ver como el perímetro de Rothenburg no es circular. La entrada nos costó 2,5 € y para llegar tuvimos que subir 220 escalones y el último tramo es una escalera de mano.
En el ayuntamiento también se pueden visitar las antiguas mazmorras. La entrada se encuentra en el pasaje de la parte gótica. Encima de estas se encuentra el museo sobre la historia de la ciudad durante la Guerra de los Treinta Años.
Si quieres conocer más ayuntamientos de Alemania, puedes leer nuestro post con los ayuntamientos más bonitos de Alemania, entre los que incluimos el de Rothenburg.
En la plaza se encuentra la oficina de turismo, que ocupa el bonito edificio barroco de color blanco de la antigua taberna de los Concejales, Ratstrinkstube. En uno de sus tres relojes se recuerda, a las horas en punto entre las 10 y las 22, la leyenda de la Meistertrunk.
En una de las esquinas está la fuente de San Jorge, del S. XV, que tiene 8 m de profundidad y un volumen de 100.000 l. Además permite disfrutar del bonito reflejo de los edificios en el agua. Detrás se encuentra la casa de la Carne y del Baile, que tiene una hermosa fachada de entramado de madera y que aloja en la planta baja una sala de exposiciones. El nombre viene del hecho de que los carniceros vendían su producto en los bajos del edificio, mientras que en el piso superior se organizaban fiestas. Al lado llama también la atención la bonita casa de entramado de la farmacia de María, del S. XV.
Al norte de la plaza se encuentra la principal iglesia de la ciudad, la de Santiago, que comenzó a construirse a principios del S. XIV y no se completó hasta 173 años más tarde, en 1485. Las torres de la iglesia, que se pueden ver desde muchos puntos de la ciudad, no son simétricas, siendo una más alta y estilizada que la otra.
La iglesia guarda una obra maestra del importante escultor alemán de los S. XV-XVI, Tilman Riemenschneider, el retablo de la Santa Sangre. Este fue realizado a principios del S. XVI en madera de tilo y se llama así por la reliquia que guarda, una gota de la Sangre de Cristo derramada del cáliz de la Última Cena. Se encuentra dentro de una cruz de cristal de roca. Hay tours por la iglesia que hablan sobre el altar y todas sus características, por ejemplo, que la figura de Judas puede quitarse. La iglesia cuenta con otro altar que presenta una figura hecha por este escultor, el de Ludwig von Toulouse.
No te olvides del bonito retablo del altar mayor, que fue realizado por Friedich Herlin y es conocido como el de los 12 Mensajeros. En su parte trasera están representadas imágenes del camino de Santiago y la representación más antigua de la plaza del mercado de Rothenburg, donde puede verse la antigua fachada gótica del ayuntamiento anterior al incendio de 1501.
También las antiguas vidrieras merecen un vistazo, en una de ellas, en la que se representa la huida del pueblo judío de Egipto, el maná se representa con forma de bretzel. La entrada a la iglesia nos costó 2,5 €.
En la puerta principal se puede ver la escultura de un peregrino, que indica que Rothenburg forma parte de uno de los caminos que conduce a Santiago de Compostela.
Vamos a utilizar la plaza del mercado como punto de inicio para conocer las diferentes áreas del casco histórico de Rothenburg.
Comenzaremos explorando la parte oeste. Para ello tomaremos la Herrngasse o callejón de los señores. Este era el antiguo boulevar de Rothenburg, donde pueden verse las casas de las antiguas familias ricas de la ciudad.
Al inicio de la calle se encuentra la tienda de Käthe Wohlfahrt. Esta es una empresa tradicional alemana que vende artículos navideños y, aunque tiene más tiendas en diferentes ciudades alemanas, esta es la más especial. Entrar es volver a la Navidad, no importa que fuera brille el sol y vayas en tirantes. Los numerosos artículos navideños, un árbol de navidad de 5 m de altura, un enorme belén y la réplica de un mercado navideño te envolverán y te harán olvidar en que estación te encuentras.
Nos gusta porque puedes ver la decoración tradicional alemana, con los adornos en madera, los cascanueces, las lámparas que la gente pone en las ventanas y los belenes pirámide que dan vueltas. Dentro hay un museo, al que nunca hemos entrado, que muestra tradiciones y artículos navideños de diferentes épocas. La entrada normal cuesta 5€. Si esta tienda la ves llena de gente, hay varias por la ciudad que también son de temática navideña.
Bajando por la Herrngasse llegas a la iglesia de los Franciscanos, que fue construida en el S. XIII como la iglesia de un monasterio disuelto tras las Reforma. Nunca hemos logrado entrar, pero en su interior se puede ver el altar de San Francisco, atribuido a Tilmann Riemenschneider, y un biombo de madera original que servía para separar a los monjes de las personas laicas durante las celebraciones.
Como curiosidad, el Papa Francisco aprendió alemán en Rothenburg, en el instituto Goethe, que se encontraba al lado de esta iglesia. Un panel recuerda este hecho en el jardín junto a este edificio, así como en la casa en la que vivió, en la Judengasse 27, callejón de los judíos.
La fuente que decora la calle, la Herrenbrunnen, está decorada con una sirena que tiene dos colas de pez. Aquí se organizaba antiguamente el mercado de ganado. Y en el número 18 se encuentra la casa patricia conservada más antigua de la ciudad. Data del S. XII y pertenece a la familia von Staudt.
La calle termina en la puerta del Castillo, Burgtor, la torre de entrada más alta de las fortificaciones. Pero a pesar de su nombre, aquí ya no hay ningún castillo. Lo que encontrarás al cruzar esta puerta fortificada, donde se puede ver una máscara por cuya boca se podía lanzar brea contra los enemigos, son los jardines del Castillo, donde estaba el castillo imperial que la familia Staufer construyó en 1142 y del que ya no queda nada. Sólo la capilla de San Blas, que fue reconstruida y que tiene frescos en su interior.
Una columna Staufer recuerda la conexión de la ciudad con esta poderosa familia, que igual suena más familiar si nos referimos a ella como los gibelinos. En los jardines también se recuerda a la población judía de Rothenburg. Paseando por ellos se llega a una zona muy bonita con esculturas de las cuatro estaciones y los cuatro elementos.
Además de un buen lugar donde descansar, los jardines son un perfecto mirador, desde donde se obtienen unas vistas preciosas de la ciudad y del valle del Tauber. Desde aquí puedes ver el palacete de Toppler, con su curiosa arquitectura, la iglesia Kobolzeller y el puente doble, así como la parte sur de Rothenburg, donde está el barrio del hospital, Spitalviertel.
Al sur de la plaza se encuentra la calle Obere Schmiedgasse, el callejón superior de la fragua. Esta calle, llena de tiendas de recuerdos y de pastelerías que venden las famosas Schneeballen, es una de las más transitadas, pues lleva directamente al rincón más conocido de Rothenburg: Plönlein.
Aquí también hay bellos edificios, siendo el más llamativo la Baumeisterhaus, casa del maestro de obras, que se encuentra muy cerca de la plaza. Esta casa del S. XVI tiene una preciosa fachada en estilo renacentista, decorada con esculturas que representan las siete virtudes y los siete pecados capitales. A día de hoy es un restaurante en el que se puede disfrutar de su bonito patio interior.
Enseguida se llega a la iglesia de San Juan, construida a finales del S. XIV principios del XV. Su planta superior llegó a ser el granero más grande de la ciudad.
Si alguien se pregunta para que sirve la edificación de madera en un lateral de la iglesia de San Juan, en la calle An der Eich, la respuesta es que es un vivero para mantener el pescado. Así podían tener este alimento también durante un asedio.
Y en el edificio amarillo frente a la iglesia, donde hay una heladería, se puede leer en una placa que allí residió el alcalde Nutsch, el que, según la leyenda, se bebió 3,25 l de vino de un trago.
Al lado de la iglesia, en los edificios del antiguo monasterio, se encuentra el museo criminal medieval. No somos de visitar este tipo de museos, pero este es bastante famoso y uno de los más importantes de su tipo en Europa. En él se muestra como se ha desarrollado el derecho penal desde la Edad Media y puedes ver muchos elementos de tortura.
Muy cerca hay una plataforma desde donde se disfruta de las vistas de los alrededores y de los viñedos. De hecho, desde aquí se puede comenzar un camino entre las vides de Rothenburg.
Y enseguida se llega al Plönlein, una pequeña plaza donde una fuente, una casa amarilla de entramado de madera y dos torres, componen el rincón más famoso, más visitado y más fotografiado de Rothenburg, que ha servido incluso de inspiración para la película de Walt Disney Pinocho y de escenario de videojuegos y cómics. Como te puedes imaginar, suele estar lleno de gente sacando fotos.
Al ser una bifurcación, aquí puedes tomar dos caminos:
– Seguir recto y cruzar la Siebersturm, torre Siebers, hacia el barrio del hospital, Spitalviertel.
– Girar a la derecha y cruzar la Kobolzellertor, puerta de Kobolzel, que lleva al valle del Tauber. Esta entrada fue construida en el S. XIV y antiguamente contaba con 4 puertas.
Si te quieres alejar del barullo, puedes tomar este camino para descubrir la pequeña iglesia de Kobolzeller, de finales del S. XV, el puente doble, algunos de los molinos que abundan en el valle o el palacete Toppler, una mansión junto al agua construida en 1388 por Heinrich Toppler, un famoso alcalde de Rothenburg del S. XIV.
Recomendamos cruzar esta puerta y subir por sus escaleras para disfrutar de las vistas del valle y de esta estructura defensiva. Desde aquí puedes acceder otra vez al paseo de guardia de la muralla que lleva a conocer el barrio del hospital.
El barrio del hospital es una zona de la ciudad que a nosotros nos gusta mucho, quizas porque es más tranquila. La Spitalgasse, callejón del hospital, recorre este barrio donde antiguamente se cuidaba a pobres y enfermos. Este surgió alrededor del S. XIII y se encontraba fuera de las murallas. De hecho fue la última parte de la ciudad en ser protegida por ellas.
Aquí se encuentra el Rossmühle, un antiguo molino construido en el S. XVI y que hoy es el albergue juvenil. Es fácil de identificarlo, pues tiene un gran número de ventanas en su tejado. Este fue de gran importancia para la alimentación de los ciudadanos cuando, en tiempos de guerra o de sequía, los molinos del valle del Tauber no podían funcionar adecuadamente y había que moler el grano en este, que iba tirado por 16 caballos.
Este molino se encuentra junto a la muralla y muy cerca de una de sus torres, la torre Kalk, que tiene unas bonitas vistas al centro de la ciudad.
De aquí parte una ruta, el Mühlenweg, camino de los molinos, que pasa por alguno de los más de 50 que están repartidos por el valle.
No hay que dejar de entrar en el Spitalhof, patio del hospital, y pasear por él. En este se encuentra la curiosa Hegereiterhaus, construida en 1591. Esta casa de techo puntiagudo era el hogar de la persona que administraba el hospital y sus bienes. Aquí también se encuentra el Reichstadthalle, Salón de la ciudad imperial. Cerca se encuentra la iglesia del Espíritu Santo.
Al final de la calle se encuentra el Spitalbastei, Bastión del hospital, un poderoso baluarte del S. XVI, que es la parte más joven de las murallas de Rothenburg y una de las más imponentes.
Para descubrir la parte este de la plaza puedes recorrer la Hafengasse. Esta lleva a otro de los rincones más fotografiados de la ciudad, la Torre de San Marcos y el arco Röder. Estos se construyeron alrededor del 1200 y formaban parte de las primeras fortificaciones de la ciudad. De hecho, esta era una de las cuatro puertas de la primera muralla.
Este es un rincón precioso, con una fuente de piedra que, en época de buen tiempo, está magníficamente decorada con flores, o con huevos durante Pascua. Cuando se está allí se entiende porque las cigueñas vuelven todos los años a anidar en lo alto de la torre de San Marcos.
Justo al lado del arco se encuentra el Romantik hotel, que era la antigua aduana. En su restaurante se puede probar cerveza elaborada en Rothenburg.
De aquí sale la calle Alte Stadtgraben, antiguo foso, que se encontraba frente a la primera muralla. Aquí se puede visitar una antigua casa de artesanos del S. XIII donde se muestra la vida cotidiana de estas familias durante la Edad Media.
Si sigues de frente por la calle Rödergasse se llega a la torre Röder, de la que ya hemos hablado pues es a la que se puede subir. Cruzando la puerta se puede ver el complejo que la forma, con casetas de vigilancia y aduanas.
Esta es la zona que sufrió daños tras los bombardeos, y muchos de los edificios tuvieron que ser reconstruidos. Este es el caso de la casa del herrero Gerlach. Gracias a su bella fachada se ha convertido en otra de las imágenes más conocidas de Rothenburg. Hasta 1967 funcionó como herrería y el escudo de la serpiente coronada, que se ve en la fachada, fue creado por el propio Gerlach.
Al norte de la plaza, como ya hemos dicho, se encuentra la iglesia de Santiago. Si dejas esta a la izquierda y tomas la Georgengasse, se llega a la torre blanca, que fue construida a finales del S. XII como una de las entradas de la primera muralla. En 1945, durante el ataque aéreo, fue incendiada y tuvo que ser reconstruida.
Alrededor de 1400 se construyó junto a la torre Blanca un Salón de baile judío. En recuerdo a esta comunidad hay aquí un pequeño jardín con réplicas de lápidas del S. XIV incrustadas en las paredes y una placa conmemorativa.
Al fondo se puede ver la Galgentor o puerta del patíbulo, llamada así porque era el antiguo camino a la horca. Enfrente de la puerta, en el pavimento, se ha representado una horca en recuerdo.
La zona que queda por descubrir es la que queda al oeste de la iglesia de Santiago. Muy cerca, en un rincón muy bonito, se encuentra el antiguo convento de las dominicas, que fue fundado a mediados del S. XIII. Este se disolvió tras la Reforma en el S. XVI. Hoy en día alberga el Museo de Rothenburg, que muestra exposiciones sobre la historia de la ciudad, con muebles antiguos, un gran número de armas, algunas de las esculturas originales de los edificios de la ciudad y los paneles pictóricos del S. XV, que representan la Pasión de Cristo de la iglesia Franciscana. Además alberga en uno de sus patios el teatro Toppler, donde se representan obras al aire libre en verano.
Al lado del antiguo convento se encuentran los jardines del monasterio, que solía ser el lugar donde las monjas plantaban sus hierbas medicinales. Puedes entrar en ellos de abril a octubre y pasear por esta zona rodeada por las murallas.
Recorriendo la Klingengasse, que tiene rincones muy bonitos, se llega a la puerta Klingen, cuya torre se usó como depósito de agua hasta el S. XIX. Aquí puedes ver el antiguo foso, que fue usado también como abrevadero de caballos. Detrás de la puerta se encuentra la iglesia de San Wolfgang, construida a finales del S. XV en estilo gótico tardío. Esta forma parte de las fortificaciones así, además de ser un lugar de oración, tiene carácter defensivo y presenta aspilleras y túneles subterráneos o casamatas, que se recorren durante la visita a la iglesia.
Además en el interior hay una pequeña exposición de la asociación histórica de la Danza de Pastores, sobre la importancia de la lana y las ovejas durante la edad media en Rothenburg.
De la Klingengasse sale la Judengasse, callejón de los judíos. Este fue el segundo barrio donde residió esta comunidad. El primero se encuentra en la plaza Kapellen, cerca de la plaza del mercado.
Y si el camino por la ciudad te ha sabido a poco o te sientes superado por la cantidad de visitantes, puedes recorrer algunas de las muchas rutas que llevan a descubrir los alrededores de la ciudad. Hay 13 senderos señalizados que ofrecen unas vistas preciosas de la ciudad amurallada sobre el rio Tauber. Aquí dejamos la información sobre estos.
Nosotros recorrimos el número 6 saliendo de la puerta del hospital. Durante este, disfrutamos de unas buenas vistas panorámicas de Rothenburg desde la parte occidental del valle. Lo hicimos en mayo y los campos de colza estaban en todo su esplendor, de un color amarillo precioso. Además pasamos por el Wildbad, un edificio a la orilla del rio de aire romántico, que fue construido a finales del S. XIX como balneario. Hoy es un centro de conferencias y hemos leído que se puede dormir aquí. También vimos algunos de los muchos molinos de la zona y nos sorprendió una explanada donde, desde 2008, el ayuntamiento regala a cada pareja que se casa en la ciudad un árbol frutal.
Al llegar al puente de Barbaroja, en vez de volver a la ciudad, nos desviamos al pequeño pueblo de Detwang. A este puedes llegar también en unos 20 min desde los jardines del castillo, pues se encuentra a tan sólo 2 km de Rothenburg.
En Detwang se encuentra el origen de la ciudad, pues esta localidad fue mencionada por primera vez en el S. X. Merece la pena entrar en la iglesia románica de San Pedro y San Pablo, que fue fundada en el S. X. El interior es muy bonito, con pinturas murales y un retablo de madera de la Crucifixión atribuido a Tilman Riemenschneider. Este proviene de una de las antiguas iglesias de Rothenburg.
Otro camino del que ya hemos escrito es el Mühlenweg, camino de los molinos, donde se pasa por algunos de los muchos molinos que están en el Tauber. Muchos son de propiedad privada y otros sirven como pensiones. Antiguamente 17 molinos abastecían a la ciudad.
Además recorriendo los alrededores puedes ver el palacete de Toppler, del S. XIV. Nosotros no hemos entrado, pero hemos leído que está amueblado con piezas de los siglos XVI al XIX y que se puede visitar contactando con su propietaria.
También puedes pasar por el puente doble, cuyos orígenes se remontan al S. XIV y que recuerda a un viaducto romano. Este sirvió de aduana en esta ruta comercial y desde aquí se tiene muy buenas vistas de la ciudad.
De primavera a mediados de octubre hay una cervecera al aire libre a la orilla del rio, se llama Unter den Linden.
Fiestas en Rothenburg
En Rothenburg se celebra, a lo largo del año, un gran número de festivales. Para más información sobre fechas aquí.
– Festival histórico Meistertrunk, en Pentecostés, finales de mayo principios de junio. Durante un fin de semana se recrean los hechos de la Guerra de los Treinta Años, con desfiles y representaciones teatrales. El Festival forma parte desde 2014 de la lista de bienes patrimoniales inmateriales reconocida por la Unesco. Hay que pagar entrada para entrar a la ciudad.
– Teatro Toppler, durante los meses de verano se hacen representaciones en el teatro al aire libre del convento de las Dominicas.
– Festival del valle del Tauber, en agosto se llevan a cabo conciertos de rock y hip-hop. Artistas como Pink, IggyPop o Placebo han actuado aquí.
– Festival de la ciudad imperial, Reichstadt Festtage, el primer fin de semana de septiembre la ciudad se transporta a la Edad Media y se reviven los tiempos de más prosperidad para la ciudad. No parece que haya que pagar entrada.
– Cuentos de hadas de Rothenburg, Rothenburger Märchenzauber, durante 15 días de septiembre hay diversos eventos alrededor de los cuentos, visitas guiadas, teatro, conciertos…
– Mercado de Navidad, Reiterlesmarkt, este abre desde el viernes anterior al primer domingo de adviento hasta el 23 de diciembre.
Y si te interesa conocer más pueblos alemanes capaces de transportarte a la Edad Media o a los cuentos de hadas, aquí te dejamos algunas recomendaciones:
– Qué ver en Monschau, uno de los pueblos más bonitos de Alemania
– Qué ver en Freudenberg, el pueblo en blanco y negro
– El Harz con preciosas localidades como Quedlinburg, Goslar, Duderstadt, Wernigerode o Stolberg
– Qué ver en Schwäbisch Hall: una joya desconocida en el sur de Alemania
– Selva Negra: qué ver en Schiltach, uno de sus pueblos más bonitos
– Qué ver en Gengenbach, uno de los pueblos más bonitos de la Selva Negra
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Nos gusta mucho sacar fotografías en nuestros viajes. Para ello llevamos la cámara Nikon D3400 con objetivo Tamron 18-200. En los viajes largos llevamos también nuestra antigua cámara, la Canon Powershot G5x, por si tenemos problemas con la primera. Además, esta sigue siendo nuestra primera opción si vamos a la montaña, pues es pequeña y ligera. Siempre llevamos varias tarjetas de memoria. La mochila que usamos para llevar las cámaras es esta.
Nuestra guías favoritas para preparar nuestro viajes son la DK y la Lonely Planet. Además nos encantan los libros de Kunth, que siempre proponen muy buenas rutas y las fotos invitan a viajar. El problema es que son en aleman.