Irlanda: Adare, acantilados de Moher, Doolin, Burren y Dunguaire

En este nuevo día de ruta conocimos uno de los pueblos más bonitos de Irlanda; disfrutamos de una de los paisajes naturales más espectaculares del país; visitamos una catedral en un pueblo con menos de 200 habitantes y cuyo obispo nominal es el Papa y visitamos un enterramiento del Neolítico. ¿Nos acompañas?

Collage de 8 fotos sobre visitar el Burren

Jueves, 07-Oct-2021

Adare, uno de los pueblos más bonitos de Irlanda

El despertador sonó algo más pronto de lo habitual, pues el punto fuerte del día era la visita a los acantilados de Moher y las predicciones del tiempo a partir de las 12:00 eran muy malas: niebla y lluvia. Por eso, queríamos intentar llegar lo antes posible y estábamos todavía a tres horas en coche.

Así, a las 7:00 ya estábamos visitando el centro de Adare, que está considerado uno de los pueblos más bonitos de Irlanda.

Sus calles estaban muy animadas, había mucho tráfico y numerosa gente que iba a trabajar, así como estudiantes esperando a los autobuses escolares.

La historia de Adare se remonta al año 1200, aunque su aspecto actual se debe principalmente a los trabajos que llevaron a cabo los condes de Dunraven a principios del s. XIX. 

De hecho, su imagen más famosa es un grupo de cabañas tradicionales con techo de paja que se construyeron en la década de 1820. Estas eran el hogar de las personas que trabajaban para la familia Dunraven, ya fuera en su finca, en su casa solariega o en su fábrica de cigarrillos.

Así, la visita de Adare se centra en su calle principal, donde se mezclan edificios de piedra, casas tradicionales, ruinas y el parque del pueblo. Su comienzo recuerda mucho a otras localidades irlandesas, casas de un solo piso con fachadas de colores, llamando la atención el edificio del Village Hall

Enseguida llegamos al centro cultural de Adare, que a esa hora estaba cerrado. Este acoge la oficina de turismo y en su interior hay una exposición gratuita sobre la historia del pueblo.

Justo al lado está la abadía Trinitaria, que fue fundada en 1230 y restaurada por el primer conde de Dunraven. Enfrente se encuentra el antiguo lavadero.

Desde la abadía se ve ya la zona más fotografiada: las pintorescas y bonitas casas con tejado de paja

Debido al tráfico, nos fue muy difícil acercarnos a ellas. Además, una, creemos que la que fue restaurada tras un incendio ocurrido en 2015, estaba medio tapada con una valla, otra estaba en venta y los negocios estaban cerrados.

Todo ello nos dejó una impresión de abandono y, aunque las casas nos parecieron muy bonitas, nuestra experiencia no fue la mejor. Además, este no fue el único sitio de Irlanda donde vimos casas de este tipo.

Frente a estas casas está el hotel Dunraven Arms, cuya decoración es realmente elegante. 

Seguimos caminando y llegamos a un prado donde había vacas pastando. Pasar del alboroto del tráfico a la escena bucólica de los animales en el campo fue muy agradable y, de hecho, esta parte del paseo fue la que más nos gustó. 

Enseguida vimos a la abadía Agustina, también conocida como Black Abbey, que fue fundada en el año 1316. Se puede visitar de manera gratuita, pero a esas horas no estaba abierta.

Y, girando a la izquierda, llegamos a un camino desde donde pudimos admirar las ruinas del castillo de Desmond. La luz del amanecer nos brindó la mejor imagen de Adare: la vista de este sobre el puente de piedra con el cielo teñido de rosa.

Para tener una mejor visión de las ruinas, acércate al puente de piedra, que tiene 14 arcos y es origen medieval. 

Este castillo del s. XII se encuentra a la orilla del rio Maigue y puedes visitarlo de Junio a Septiembre. Los tickets cuestan 10€ y se reservan en la oficina de turismo. 

Tenemos que decir, que para nosotros Adare no es el pueblo más bonito de Irlanda, pues, aunque tiene mucho encanto, en el viaje visitamos localidades que nos llamaron más la atención.

Ya desde el coche en dirección a Limerick, justo a la salida de Adare, nos dejamos sorprender por la puerta principal de la Adare Manor, que es la antigua sede de los Condes de Dunraven que se ha convertido en un hotel de lujo y campo de golf. De hecho, en 2027 alojará la Ryder Cup de Golf.

Además, en sus terrenos están las ruinas del convento Franciscano fundado en el s. XV, así como las ruinas de la Iglesia de San Nicolás del s. XIII. 

Nos pareció muy curioso leer que el edificio era una ‘Casa Calendario’, pues tiene 365 ventanas emplomadas, 52 chimeneas ornamentadas, 7 pilares de piedra y 4 torres, número anual de días, semanas y estaciones del año, respectivamente. 

Asimismo, una de sus habitaciones está inspirada en el Salón de los Espejos de Versalles y en sus jardines puedes ver piedras Ogham, como la que vimos en la iglesia de Kimalkedar. 

Por las fotos que hemos visto tanto el interior como el exterior parecen preciosos, pero a nosotros se nos iba un poquito de precio.

Breve parada en Limerick

Para llegar a Moher tuvimos que pasar por Limerick, que nos pareció una ciudad muy animada, pero que no nos impresionó.

Aprovechamos a hacer una parada muy breve y disfrutar de las vistas más conocidas de Limerick, el castillo del rey Juan, que fue construido en el s. XIII, junto al puente Thomond. 

Para ello, aparcamos justo al lado de la piedra del tratado, Treaty Stone. Y es que Limerick es conocida como la ciudad del tratado, pues fue aquí y, según dice la tradición, sobre esta roca, donde se firmó el tratado de Limerick en 1691, por el cual la ciudad se rendía a Guillermo de Orange después de la guerra entre este y su suegro, el rey Jaime II. 

Y ya, sin ninguna parada más planeada, partimos raudos y veloces a los acantilados de Moher sin apartar los ojos del cielo.

En la ruta teníamos como parada intermedia el castillo de Bunratty, que está a unos 15 km de Limerick. Esta fortaleza fue construida en el s. XV y abandonada en el s. XIX, llegando a estar en peligro de demolición. Al final, fue restaurado y su interior se decoró con objetos de los siglos XIV al XVII. Además, han recreado muy cerca de él una aldea del s. XIX con edificios provenientes de otras áreas.

Sin embargo, decidimos no parar para llegar antes a los acantilados. Aun así, lo vimos desde la carretera, desde donde pudimos admirar su estructura de casa-torre rectangular que, la verdad, nos llamó bastante la atención. 

Llegando a Moher, empezamos a enamorarnos de las vistas. Pasamos, además, por pueblos muy bonitos, donde, de no haber estado tan preocupados por las condiciones climatológicas, hubiéramos parado para pasear un poco. Nos llamó especialmente la atención Ennistimon, que incluso tenía unas cascadas en medio del pueblo. 

Tampoco faltaron ruinas por el camino, como las del castillo de Dough.

Acantilados de Moher

Y sobre las 11:00, llegamos a los acantilados de Moher, sin lluvia y con buena visibilidad.

Para saber más sobre este lugar irlandés tan conocido, te recomendamos leer visitar los acantilados de Moher.

Aparcamos en el parking oficial y enseguida vimos el centro de visitantes, que está perfectamente integrado en la naturaleza. Sabiendo que el tiempo iba a empeorar, pasamos de largo, ya tendríamos tiempo para visitarlo. 

Y nos acercamos a la plataforma principal para asomarnos a una de las vistas más bellas de Irlanda, no sin antes saludar a las vacas que dan la bienvenida a los visitantes. 

Y ahí nos quedamos un rato, mirando como los acantilados caen abruptamente al océano atlántico. La visibilidad era muy buena y la poca bruma que había le daba un toque misterioso y agradable.

De allí nos dirigimos al norte, parándonos a cada paso para disfrutar de las vistas. 

Al acercarnos a la torre O´Brien vimos que estaba abierta y, tras unos 5 minutos de espera, pudimos subir a su plataforma, desde donde disfrutamos de la impresionante perspectiva.

Sin embargo, para nosotros no fue la mejor vista de los acantilados, ya que las almenas nos estorbaban bastante. Lo que si nos gustó fueron los carteles, que te informaban de lo que estabas viendo en cada dirección. 

A pesar de no estar totalmente despejado, alcanzamos a ver las islas Aran.

Seguimos caminando, pero el camino hacia el norte estaba cerrado, no sabemos si por ser Octubre, por las condiciones climatológicas o por el COVID. Así que volvimos sobre nuestros pasos para dirigirnos a la plataforma sur. 

Habíamos pensado hacer un trozo de la ruta hacia el sur, pero el tiempo empezó a empeorar y comenzó a lloviznar. Por lo que tuvimos que cambiar nuestros planes y, tras disfrutar de las vistas desde cerca de la plataforma sur, pusimos rumbo al centro de visitantes. 

En pocos minutos la niebla cayó completamente y la visibilidad fue nula. 

El camino que nosotros hicimos era fácil, pero te recomendamos llevar calzado cómodo e ir preparado para el viento y la lluvia. Y, por supuesto, ser precavido, que en los acantilados de Moher ha habido algún accidente con consecuencias fatales.

Un poco tristes por no haber podido disfrutar más del paseo de la costa, pero contentos por haber visto los acantilados con buena visibilidad, llegamos al centro de visitantes, donde leímos sobre la formación de los acantilados y sobre las aves que anidan en ellos. Además, vimos fotos de diferentes épocas y estaciones. 

Lo encontramos ameno e interesante, especialmente la pequeña película que te permite ver los acantilados a vista de pájaro. Nosotros la vimos 2 veces, porque a nuestra hija le gustó mucho. 

Tras comer algo en el coche, nos pusimos en marcha a nuestro siguiente destino.

Castillo de Doonagore

Nuestro siguiente punto era el castillo de Doonagore, que está en una colina a menos de 10 minutos en coche de los acantilados de Moher y a unos 2 km del pueblo de Doolin.

Esta torre circular del s. XVI era utilizada como referencia para los barcos que se aproximaban al muelle de Doolin y hay una historia bastante oscura sobre ella. Así, en 1588, un barco de la Armada Española naufragó en este lugar, dejando ciento setenta supervivientes. Sin embargo, estos fueron capturados por el Sheriff de Clare, que los colgó en el castillo de Doonagore o en un túmulo cercano. 

Aunque el castillo es privado y no puede visitarse, las vistas de la torre con el mar al fondo merecen la pena. 

No obstante, para poder disfrutar de esta perspectiva tienes que tener cuidado, porque alrededor del castillo no hay nada. Y cuando decimos nada, nos referimos a que sólo hay una carretera estrecha y sinuosa, sin ningún tipo de aparcamiento, por lo que tienes que dejar el coche en un recodo de la carretera. 

Las mejores vistas al castillo se encuentran en una curva donde no puedes dejar el coche, por lo que nosotros seguimos hacia adelante y, cuando vimos un pequeño recoveco en la carretera, aparcamos y volvimos andando hasta allí. Por el camino nos cruzamos con algún coche, así que hay que ir con precaución. 

La visita al castillo de Doonagore es breve, pero cuando estas observándolo, te da por pensar que quien pudiera desperezarse por las mañanas con esas vistas y esa tranquilidad.

Doolin

Del castillo fuimos al pueblo de Doolin, que se encuentra disperso en tres zonas. Nosotros aparcamos en un parking que hay frente al Pub O´Connor´s, en Fisher street. 

Esta zona de Doolin, aunque pequeña, nos pareció que tenía mucho atractivo y vimos una de las casas más  pintorescas del viaje. Y es que al color rosa de su fachada se le unía un techo de paja. 

Paseando, nos llamó la atención la cantidad de alusiones a la música que vimos. Eso es debido a que este pueblo es muy conocido por la música tradicional irlandesa que se toca todas las noches en sus pubs.

A 6 minutos en coche está el puerto de Doolin, donde puedes coger el ferry que va a las islas AranTambién puedes llegar hasta ellas en barco desde Rossaveel, que está muy cerca de Galway, o uniéndote a alguna excursión: 

Desde Doolin: viaje a la isla de Inisheer

Excursión a los acantilados de Moher e Inisheer

Ferry a Inis Mór desde Rossaveelr

Desde Rossaveel: ferry a Inis Oirr

Ferry a Inis Meáin desde Rossaveel

Además, cerca están las cuevas de Doolin, donde puedes ver su gran estalactita que, con 7,3 metros, es la más grande de Europa. Aquí puedes comprar las entradas a las cuevas.

Visitar el Burren

Tras conocer Doolin, llegó el momento de visitar el Burren, que está en el condado de Clare, muy cerca de los acantilados de Moher.

Esta región pedregosa consiste en más de 250 kilómetros cuadrados de paisaje kárstico en la Ruta Costera del Atlántico y su nombre viene de boireann, que significa tierra rocosa en irlandés. El Parque Nacional Burren, que tiene unos 15 kilómetros cuadrados, cubre una pequeña parte de esta región

El paisaje del Burren se formó a partir de piedra caliza que se depositó hará unos 350 millones de años y, aunque no lo parezca, esta tierra es muy fértil y aquí crecen desde plantas alpinas y árticas a especies mediterráneas. De hecho, más del 70% de las 900 especies de plantas autóctonas de Irlanda crecen en este suelo.

Asimismo, en esta zona hay un número importante de sitios con importancia arqueológica e histórica. 

Si no puedes llegar hasta aquí en coche, puedes visitar el Burren con un tour organizado. Te dejamos unos ejemplos:

Excursión desde Dublín

Visita desde Galway

Excursión desde Galway

Qué ver en el Burren

Dentro del Burren nosotros queríamos ver, sí o sí, el dolmen de Poulnabrone, pero había 2 opciones: ir por el camino del interior o por el camino de la costa. Viendo cómo se había puesto el día, optamos por el del interior.

Kilfenora

Nuestra primera parada fue Kilfenora, una localidad con menos de 200 habitantes que es considerada puerta de entrada a la región de Burren y que es conocida por su tradición musical y de baile. Por ejemplo, aquí comenzó la famosa Kilfenora Ceilí Band.

En Kilfenora, que era sede episcopal en la época medieval, puedes visitar una catedral con varias Cruces Altas, High Crosses, que son cruces construidas en piedra, que, generalmente, están ricamente decoradas. Gracias a ellas, a esta pequeña localidad se la conoce actualmente como la «Ciudad de las Cruces». 

En Irlanda, estas cruces de gran tamaño se levantaron durante la temprana Edad Media y estaban en las afueras de iglesias y monasterios como símbolo de estatus. Aunque pudieron tener otras funciones, como el de marcar límites o ser cruces de caminos. Asimismo, puedes encontrar Cruces Altas en Gran Bretaña.

Las cruces irlandesas más antiguas datan de los siglos VIII o IX y presentan sólo adornos. Sin embargo, a partir de los siglos IX y X se empezaron a decorar con figuras. Esta tradición desapareció prácticamente después del s. XII, pero con el renacimiento de la cultura celta en el s. XIX, volvieran a usarse como lápidas y monumentos conmemorativos.

Se cree que en Kilfenora hubo hasta 7 Cruces Altas de finales del s. XI comienzos del s. XII, que se mandaron construir para elevar la importancia del lugar frente otros que también podían ser nombrados diócesis. 

Hoy en día, puedes ver restos de 6, siendo la más bella la cruz Doorty, llamada así porque una parte fue usada como lápida de la tumba de la familia Doorty. No fue hasta 1955, cuando se volvieron a juntar las dos partes de la cruz. 

Si te interesan mucho estas cruces, que sepas que una de las de Kilfenora fue trasladada a la Catedral de Killaloe, donde está actualmente.

Por su lado, el monasterio de Kilfenora se cree que fue fundado por San Fachnan en el s. VI, ganando en importancia en el año 1152, cuando se convirtió en la diócesis del reino de Corcomroe, la más pequeña de la Irlanda medieval. 

El edificio actual data de finales del s. XII principios del s. XIII y conserva una preciosa sedilia gótica del s. XV, es decir, un asiento generalmente de piedra cerca del altar que era usado durante la Misa por el sacerdote y sus asistentes, así como una ventana románica del s. XII con capiteles tallados. 

Cuando visites las ruinas sin techo del presbiterio, tendrás que imaginarte que, hasta finales del s. XVIII, este se encontraba cubierto por un techo de roble pintado de azul y decorado con estrellas.

Actualmente, la catedral de Kilfenora está bajo la administración de la diócesis católica de Galway y, como curiosidad, el Papa es su obispo nominal. Además, la parte que tiene techo sigue en uso por la Iglesia de Irlanda. 

La visita a las ruinas nos dejó muy buen sabor de boca. Cuando entras en la pequeña iglesia, donde no hay ningún tipo de seguridad, sorprende encontrarse  con varias Cruces Altas originales en buen estado de conservación, cuatro de las cuales están en el crucero de la Catedral, protegidas por un techo de cristal. 

Nosotros estuvimos un buen rato observándolas y admirando el grado de detalle de sus relieves. Además, hay paneles informativos sobre ellas, donde puedes leer su significado. 

La quinta Cruz, llamada Cruz Oeste, se encuentra fuera del recinto de la Catedral, pero muy cerca de esta, tal como su nombre indica, al oeste. 

La parte de la Catedral que a día de hoy sigue en uso estaba cerrada.  

En Kilfenora puedes visitar también el centro de Interpretación de Burren, que estaba cerrado durante nuestra visita, pero que es una buena idea entrar en él para aprender más sobre esta zona.

Nuestra siguiente parada era el dolmen de Poulnabroune y, de camino, pasamos por varios puntos de interés, aunque no paramos en ninguno de ellos, nos conformamos con verlos desde el coche.

– Ruinas del Castillo de Leamaneh, que están pegadas a la carretera y constan de una casa torre del s. XV y una mansión del s. XVII.

– Restos de la iglesia de Carran, que vimos salpicada de ovejas.

– Fuerte circular de piedra Caheconnel, cuya visita era de pago y decidimos no entrar, pues ya habíamos estado en alguno en el anillo de Kerry.

Dolmen de Poulnabroune

Cuando llegamos, aparcamos en el parking gratuito que hay a menos de 5 minutos caminando del dolmen, cuya visita es gratuita.

Antes de empezar a recorrer el camino, leímos los paneles informativos que había para poder entender mejor la historia de este antiguo enterramiento del neolítico, que fue levantado, probablemente, entre el 4200 – 2900 a.C y se usó, seguramente, como lugar para rituales. Aunque también pudo servir como marcador territorial.

El más conocido de los aproximadamente 172 dólmenes de Irlanda, está situado en una meseta kárstica de piedra cáliza y consta de una piedra de tres metros de largo, que descansa sobre otras dos dispuestas a modo de puerta, las cuales están sobre un túmulo. 

Durante unas obras de restauración, se descubrieron restos de más de 30 personas enterradas bajo el dolmen. No se sabe si todos ellos fueron enterrados a la vez o en diferentes tiempos.

Asimismo, el dolmen es un lugar perfecto para ver las características típicas del paisaje del Burren, tales como grietas, grikes, que dejan al descubierto rocas aisladas, clints, Kamenitza, pequeñas cavidades formadas por la karstificación, y dolines.

Cuando llegamos al dolmen, que está rodeado por una cuerda para evitar que las personas se acerquen a tocarlo, comprobamos que está construido sobre un suelo de rocas calizas aisladas separadas por grietas, clintsgrikes, que pasear por él es un poco complicado, especialmente cuando llevas a tu hija dormida en brazos y durante la visita empieza a llover. 

Sin embargo, nada de todo esto hizo que no nos gustara la visita. Así, estuvimos un rato disfrutando de la vista del dolmen en medio de un mar de rocas en ese lugar remoto y aislado.

Y nos volvimos a poner en camino. El paisaje rocoso del Burren, que íbamos admirando desde el coche, era, en cierta parte, desolador. 

Paramos en Ballyallaban para poder verlo un poco mejor y leer más información sobre la formación del Burren.

Blackhead point

Como el tiempo había mejorado, decidimos probar suerte y volver a la costa.

Así,  nos dirigimos al Blackhead point, pasando por el faro, que estaba cerrado y no vimos que uno pudiera acercarse ni aparcar. 

Por lo que seguimos conduciendo y paramos en el mirador Murrooghtoohy, que está cerca del fuerte de piedra Caherdoonerish. 

Y, tras disfrutar de las vistas de la costa rocosa, decidimos poner rumbo a Galway, no sin antes parar en un castillo.

Visita al castillo de Dunguaire

Tras una media hora llegamos al castillo de Dunguaire, que es una casa torre construida en el s. XVI en la costa de la bahía de Galway. 

Anteriormente, aquí estaba el palacio del rey Guaire Aidne mac Colmáin, que gobernó en el s. VII y por el cual el castillo recibe su nombre. 

Hay numerosas leyendas sobre este rey, que es conocido por su gran generosidad. Por ejemplo, se cuenta que un méndigo visitó la tumba del rey quejándose de no haber recibido nunca su ayuda y entonces, la mano del muerto salió y le dio una moneda de oro. 

El castillo cambió de manos un par de veces, hasta que fue comprado y restaurado en el s. XX por el escritor Oliver St. John Gogarty, que lo convirtió en un lugar de encuentro para grandes figuras de la literatura irlandesa. 

Hoy en día, puede visitarse y, de abril a octubre, participar en los banquetes que se celebran en él. Sin embargo, para cuando llegamos, ya estaba cerrado.

Nosotros dejamos el coche en un aparcamiento cercano, donde vimos alguna casa con tejado de paja. El camino que lleva al castillo es muy bonito, pues tienes siempre de frente la fortaleza, que está junto a la orilla de la bahía de Galway. 

Y tras esta breve parada, pusimos rumbo a Galway, donde llegamos en poco menos de 1 hora. 

Galway

Nuestra idea era disfrutar del ambiente en alguno de sus muchos pubs y cenar. Sin embargo, llegamos de día y justo paró de llover. Por lo que, antes de las dos merecidas cervezas, dimos un paseo. 

De qué hacer en esta ciudad te hablamos con más detalle en qué ver en Galway. Ahora sólo te queremos decir, que nos encantó su ambiente y nos pareció el sitio perfecto para pasar un par de noches conociendo la  región de Connemara.

Finalmente, las cervezas nos las tomamos en el Pub The Quays, que estaba decorado con elementos provenientes de una iglesia, y cenamos en el Quay Street kitchen, donde quedamos muy satisfechos, 

Volvimos al coche, que lo habíamos aparcado en el parking del puerto, muy cerca del latin quarter, por 2€/hora y fuimos a nuestro apartamento para 2 noches, que estaba a 5 min en coche de Galway. 

Este era una pequeña casa de invitados para nosotros solos. La dueña fue muy amable y se encargó de que no nos faltara de nada. Además, había supermercados cerca. 

Otros puntos de interés en la ruta

En este día nos hubiera gustado dedicarle un poco más de tiempo al Burren. Y es que existen varias rutas para admirar su paisaje y muchas opciones de visitas, entre las que hay cuevas, fuertes de piedra y tumbas.

Para más información sobre que hacer en el Burren, puedes chequear esta página web y esta otra página web.

De haber hecho el camino de la costa, teníamos varios puntos de interés apuntados, como Lisdoonvarna, que es famosa por su festival para solteros, la playa de Fanore, el fuerte de piedra Caherdoonerish, el castillo de Gleninagh, el puerto de Ballyvaughan, el Muckinish West Tower House o la Abadía de Corcomroe

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